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Veranito en su salsa

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Será que no pertenezco a ninguna patronal de la cosa, oigan, pero yo les juraría que esta primera quincena de julio está la playa igual que una feria, ¿no? Como que veo más gente que nunca, sin la banderita azul de marras, y con muchas piedrecillas molestas camino del agua, pero a tope de turisteo. Vale, de alpargata y bocadillo a lo mejor, pero es que tampoco vamos a ponernos así, hombre, si lo que tenemos tampoco es que se ofrezca con las mejores condiciones de cuidado y atención y respeto al consumiente, sea de dentro o sea foráneo.

Porque habrá crisis, pero estar, lo que se dice estar, está todo petao, ¿no? Hace usted de amable cicerone por el bellísimo paseo marítimo de la Barriada de la Paz, junto al cadáver no nato del puente que quién sabe cuándo, y no hay un sitio libre donde tomarse un pescadito y unas cañas, quizás, claro, porque todavía el sector hostelero no ha reparado que ahí podría haber un filón y se cuentan con los dedos de una mano los sititos interesantes.

Pero es que se va usted por el paseo marítimo de toda la vida, ese que es chiquitito como el mes de febrero, y pasa lo mismo: no hay mesa libre ni para tomarse unas medias raciones ni, luego, para tomarse una copita. Los viernes y sábados, visto lo visto, casi merece la pena quedarse en casa y salir luego con la fresquita.

Y por el casco antiguo, desde la revitalización del Pópulo y de Plocia, ni les cuento. Van a tener que poner sistemas de números como en las carnicerías para ver cuándo le toca a uno la vez. Ni un hueco libre.

Así que no, no valdrán luego quejas. Gente hay. Otra cosa, claro, es que venga el personal con ganas de tirar la casa por la ventana, pero bien podemos darnos con un canto en los dientes de que vengan. El problema sigue siendo los horarios de cierre: da un poco de pena que a las doce y media un sábado estén todos los bares recogiendo mesas y dando un concierto de metal con silla y mesa para espantar a la clientela tardona.

Y lo mismo, pese a lo que se ve en la tele, lo que pasa es que no ve uno a los famosos cantando de gratis por las barras de los bares, y la gente viene pensando que se va a encontrar a los cantantes de moda animando al personal. A lo mejor la solución al sector no está en sufragar conciertos gratis donde no iría nadie si hubiera que retratarse y contratar a cantantes y carnavaleros para que animaran el cotarro entre tapita y media limeta.