Blanco, un portavoz para la liquidación
El ministro de Fomento y vicesecretario del PSOE ya ejerció esta función con mano dura durante la primera legislatura
MADRID.Actualizado:León, junio de 2000, en puertas del congreso del PSOE que ganó José Luis Rodríguez Zapatero, el todavía candidato a líder socialista fue interpelado sobre sus posibilidades de ganar y respondió: «Eso habladlo con Pepe, es el que lleva los números». Ya entonces la confianza mutua era absoluta, y en estos 11 años no ha cambiado. La mejor prueba, la designación de Blanco para ser la cara y la voz del Ejecutivo en el último tramo de la legislatura.
Pocos lo esperaban. Las apuestas eran más favorables para Ramón Jáuregui, pero Zapatero prefirió la confianza en Blanco y su conocimiento de los entresijos del Gobierno y del PSOE, aún a riesgo de perder capacidad de comunicación y dar el protagonismo a una cara menos amable que el ministro de la Presidencia.
En esta legislatura la mesa camilla de la Moncloa, la que forman Zapatero, Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba, ha funcionado a pleno rendimiento. Entre los tres han decidido mucho, y luego han llevado sus acuerdos a los foros correspondientes, léase el Consejo de Ministros y el PSOE, para su mera ratificación.
La unificación en la misma persona de la portavocía y el ministro de Fomento es única, nunca se había experimentado, pero sigue esa misma lógica. La sintonía de Blanco y Rubalcaba es total, y las posibilidades de contradicción entre ambos, en teoría, son menores que con otro portavoz del Gobierno menos ducho en los recovecos de las decisiones gubernamentales y de los planes del candidato socialista. Las fricciones, por tanto, parecen improbables.
El nuevo 'tres en uno', ministro de Fomento, portavoz y vicesecretario general del PSOE, garantiza al líder socialista un devenir tranquilo, en la medida de lo posible habida cuenta de las turbulencias que conlleva todo final de mandato. Además, no es nuevo en esta plaza. Fue portavoz del PSOE en la primera legislatura de Zapatero, en la que se labró la imagen del 'Pepiño', azote del PP, y sobre todo de Mariano Rajoy, por el que siente una indisimulada aversión.
Ese rostro poco amable dio paso al de hombre de estado en esta legislatura con su nombramiento como ministro de Fomento y propietario de la llave de las grandes infraestructuras. 'Pepiño' pasó a ser «don José», decían en su propio partido. Ahora está por ver, qué cara adopta en los meses que quedan hasta las elecciones, la del portavoz sin concesiones o la del componedor de acuerdos.