Los menos libres
Actualizado: GuardarSi buscamos las noticias más recientes de Corea del Norte, nos encontraremos, por ejemplo, con que el régimen comunista acaba de cerrar las universidades durante diez meses para que los estudiantes se dediquen a construir edificios, ya que hacen falta más casas en la «próspera nación». Mientras las potencias internacionales discuten el envío de ayuda al país, amenazado por una hambruna que se prevé dramática, el Gobierno de Kim Jong-Il parece más preocupado por orquestar masivas manifestaciones como las de la semana pasada, en las que más de cien mil personas aclamaron a su líder y tacharon de «traidores» y «criminales» a sus vecinos democráticos del sur. Corea del Norte es un caso extremo, casi pintoresco en sus excesos totalitarios, pero en el mundo siguen abundando los países que aplastan los derechos políticos y las libertades civiles de sus habitantes. Son lugares donde vivir con mordaza es a menudo la opción más apetecible: unas palabras más allá pueden estar la prisión, la tortura y la muerte.
Freedom House, una organización estadounidense fundada en 1941, ha elaborado el mapa de las naciones más represivas, lo que ellos mismos denominan «lo peor de lo peor». Diez países -o territorios, ya que el estudio considera de forma específica regiones del mundo sometidas a disputa, como el Tíbet o el Sahara Occidental- obtienen la puntuación más baja y son, por tanto, los menos libres del mundo, aunque hay otros diez que se encuentran prácticamente al mismo nivel de indignidad. Esto significa que el 24% de la población mundial «no puede expresar sus pensamientos y opiniones, no tiene voz para decidir quién le gobierna y no puede reclamar justicia por crímenes contra su persona». En estos lugares, la libertad de movimiento, de culto o de reunión suele brillar por su ausencia, y cientos de miles de ciudadanos «languidecen en prisiones o campos de trabajo por sus convicciones políticas o religiosas».
Corea del Norte ocupa un puesto señalado en esta geografía de la represión. «Sus políticas son las más inquietantes -confirma a V el director de investigación de Freedom House, Arch Puddington, que se lanza a una rápida enumeración-. Tiene lo más parecido que existe hoy a un sistema totalitario puro. Sus políticas generan hambrunas y los líderes culpan al mundo exterior. Ha adquirido armas nucleares y las utiliza para chantajear a Corea del Sur, Estados Unidos y otros países. Amenaza a vecinos democráticos como Corea del Sur y Japón. Es un peligro para la paz global». El repaso a las libertades civiles de los norcoreanos constituye una lectura dramática, en la que aparecen ejecuciones públicas, campos de trabajo, castigos a familias completas por presunta disidencia y traslados forzosos.
Folletos contra el sida
En realidad, los países que integran el cuadro de deshonor acumulan tantos atentados contra la libertad que solo cabe destacar algunos detalles particularmente llamativos. En Birmania, donde la simple crítica a la constitución puede suponer una pena de veinte años de prisión, la junta militar «somete a vigilancia los cibercafés y encarcela con frecuencia a blogueros», aunque las mayores atrocidades se reservan para las comarcas habitadas por minorías étnicas: allí «se detiene, se golpea, se viola y se mata arbitrariamente a civiles». En Guinea Ecuatorial, donde «nunca ha habido unas elecciones creíbles», 99 de los 100 escaños de la cámara están ocupados por la coalición que apoya al presidente Teodoro Obiang Nguema, que tiene un perfecto sucesor en su hijo Teodoro Nguema Obiang. En Eritrea, se prohíbe la presencia de ONG independientes y de grupos en favor de los derechos humanos: de diez periodistas encarcelados en 2001, la mitad continúa entre rejas y al resto se les da ya por muertos. En Somalia, donde el Estado «ha dejado de existir», las autoridades locales han creado pequeñas dictaduras regidas por despiadadas formas de justicia.
En la lista figuran dos repúblicas que formaron parte de la Unión Soviética: Turkmenistán, donde «ninguna elección ha sido libre ni justa» y cuyo presidente, Gubanguli Berdimujamédov, tiene asegurado el cargo de forma vitalicia, y Uzbekistán, una sociedad sometida mediante siniestros comités vecinales: Freedom House recuerda el caso de Maksim Popov, activista contra el sida condenado a siete años de cárcel por distribuir unos folletos sobre prevención. Otros dos países, Sudán y Libia, están sumidos ahora mismo en una fase convulsa de su historia, con la independencia de Sudán del Sur y la guerra entre los partidarios de Gadafi y los rebeldes. Finalmente, aparece en esta triste clasificación el Tíbet, que China mantiene bajo un control férreo: el estudio afirma que hay al menos 800 prisioneros por razones políticas y religiosas y recuerda que, desde 2008, se han intensificado las «campañas de educación ideológica» que obligan a monjes, jóvenes y comerciantes a reconocer que China «liberó» la región.
Solo una pizca mejor se sitúan Bielorrusia, Chad, China, Costa de Marfil, Cuba, Laos, Arabia Saudí, Siria, Osetia del Sur y el Sahara Occidental. «Más allá de estos países y territorios, nos inquietan los poderes autoritarios que ejercen políticas interiores represivas y trabajan para socavar la democracia», añade Arch Puddington, que cita China, Rusia e Irán. Aun así, este viaje por regímenes poco recomendables acaba con una nota vagamente positiva: quedan catalogados como 'libres' el 45% de los países, incluida España, y eso supone un avance importante sobre el 31% de hace treinta años. Pero sería de muy mal gusto celebrarlo cuando los menos afortunados ni siquiera pueden quejarse.