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Con dedicatoria. Fernando Alonso señala el emblema de la escudería Ferrari en el volante de su vehículo, tras vencer en Silverstone. :: V. XHEMAJ / EFE
Deportes/Motor

Alonso somete a los Red Bull

Este triunfo rompe la hegemonía de los 'energéticos' y sitúa al asturiano a 92 puntos del liderato del Mundial Consigue su primera victoria del año tras un error de los mecánicos de Vettel

JOSÉ CARLOS J. CARABIAS ENVIADO ESPECIAL
SILVERSTONE.Actualizado:

Cruzaba el verano el Mundial de Fórmula 1 con un aire lánguido, sometido a una irritante hegemonía de Red Bull que transportaba directamente a la audiencia hacia el bostezo o la galbana. Traía el curso unas credenciales colgadas de la solapa y nadie parecía en condiciones de mitigar el efecto de un bólido superior que, hasta ayer, alegraba los domingos en tres países: Alemania, donde reside Vettel; Austria, donde acampa sus reales el dueño de la marca; e Inglaterra, donde estableció su sede el equipo en la periferia de la inclasificable ciudad de Milton Keynes. Venía el gobierno Red Bull provisto de un perfil académico, bien programado en la sabiduría de un aula y sin posibilidad de error. Y amenazaba, en fin, a un deporte que presume de emociones fuertes con anular cualquier sentimiento en septiembre o por ahí. Pero llegó el eterno inconformista y castigó los lomos del enemigo. Fernando Alonso ganó en Silverstone a bordo de un Ferrari de lenta cocción en las mejoras. Y les dijo a sus contrincantes que deberán conseguir el título por encima de su voluntad.

Lo que hizo Alonso fue regalarse una alegría, esparcir la divisa Ferrari a los cuatro vientos, propagar la marca España en una nación próspera y orgullosa como es Inglaterra, y alimentar la difusión de mensajes festivos a través de las múltiples vías de comunicación que inundan el espacio. Procuró un domingo de alborozo a los millones de aficionados españoles que han convertido la Fórmula 1 en parte de su sobremesa del fin de semana.

Lo hizo por su contumaz persistencia para la competición. En la distancia corta no se aprecian esos detalles que circulan por Twitter y por el boca a boca de los bares según el cual el asturiano ha perdido ambición, ganas de triunfar y pujanza como líder en este deporte. Nada de eso se atisba en el espíritu combativo de un tipo que solo entiende el deporte desde la pelea permanente.

Alonso ganó por eso y porque Ferrari le ha proporcionado un medio de locomoción a la altura del prestigio del 'cavallino'. Nadie puede vencer en la F-1 sin un coche de gama alta, superior en algún destello a los demás. El vuelta a vuelta delata lo que sucede en las carreras y es la manera de entender este deporte. Ayer, en Silverstone, Alonso y, en otra dimensión, Massa, pilotaron un bólido muy rápido, que andaba parejo al rendimiento del Red Bull. Ferrari tiene presupuesto y medios para impulsar una remontada.

Para entender la victoria de Alonso ayer en Silverstone, hay que reciclar la temporada. Conviene recordar que solo Hamilton en un arranque genial en China y Button en una estrategia suicida en Canadá habían doblegado a los Red Bull. En ambas ocasiones, Vettel fue sometido a una presión extra y, sobre todo, en Montreal, falló de forma clamorosa. Ayer vivía el alemán con cierta placidez, escapado como siempre después de una mala salida de su compañero y enemigo Mark Webber, cuando el grupo operativo del garaje Red Bull le estropeó el día. Se enganchó el asunto en el cambio de una rueda y Alonso sobrepasó en un estirón sin par a los dos Red Bull.

La guerra de McLaren

Los sometió después de reeditar la vieja guerra civil de McLaren en dos pasadas a toda mecha frente a Hamilton. Primero, el inglés lijó los alerones del Ferrari y después fue Alonso el que devolvió la moneda con los neumáticos blandos a la temperatura correcta. La velocidad del Ferrari del asturiano traspasó la frontera de otros grandes premios anodinos, en los que Red Bull no dejaba títere con cabeza. Alonso encadenó cuatro vueltas rápidas, en plan martillo pilón, entre los giros 22 y 28. Y mantuvo siempre el pulso en cuanto a tiempos en el panel.

Mientras Alguersuari sumaba otra actuación competente, llegaba a los puntos desde la posición 18 y demostraba en el siguiente vagón que conviene contar con él. El imperio Red Bull se agrietó de alguna manera cuando Webber se postuló a la espalda de Vettel, el niño mimado de la casa. Intentó pasar el veterano canguro y desde la cueva surgió la orden de inmediato: «Manten tu posición». Es decir, prohibido adelantar. Nada de esto se escuchó el año pasado en Turquía, cuando Vettel destrozó el doblete que pretendía coronar su compañero en una maniobra exacta.

Los nervios en Red Bull empezaron este fin de semana con la limitación de los escapes sopladores, su presunta arma secreta que ha proporcionado una aparente ventaja a sus adversarios, y terminaron con la negativa de Webber a aceptar las órdenes de los ingenieros. Es mucho decir que hay Mundial porque Vettel abarca 92 puntos de ventaja, pero entre la alegría de Alonso y el cisma interno, Red Bull se llevó ayer un revolcón.