Ciudadanos

La caída de las ventas lleva al cierre de los pequeños comercios

En el último año ha aumentado el número de locales vacíos en la ciudad a la espera de que un emprendedor se lance a la aventura

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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No protagonizan grandes titulares, su cierre no implica el envío directo de 400 personas o más a las listas del paro, ni tienen sindicatos ni instituciones que den la cara por ellos. Ellos son los que cada día ven cómo la caja se cierra en números rojos y los que se levantan cada mañana con la esperanza de que alguien entre en la tienda y haga alguna compra. Ellos son los autónomos, los pequeños comerciantes, los más castigados por la crisis. Resulta desolador pasear por algunas calles de Cádiz. Tan solo en el barrio de la Laguna han cerrado en el último año una decena de negocios. Carteles de 'se alquila', 'se vende' o 'se buscan socios' aparecen pegados sobre cristales llenos de papel de periódicos.

Antonia es una de las empresarias que se han visto obligadas a cambiar el letrero de rebajas por el de liquidación final. Desde su tienda Negra ha sufrido la caída en picado de las ventas. «No salen las cuentas». Antonia, que prefiere no dar su apellido, señala que «son muchas cosas las que hay que pagar y muy poco el dinero que se ingresa en el negocio. Es la seguridad social, el alquiler que es abusivo teniendo en cuenta los tiempos actuales, pagar a los trabajadores, mantener el local.» Todo sube menos las ventas. Antonia es propietaria de varias tiendas distribuidas por España. «He llegado a tener hasta 40 pero en el último año he cerrado 14, dos de ellas en Cádiz».

Dentro de dos semanas, Rosi Ramírez le dirá adiós a cuarenta años a su marquetería y cristalería, El Pasaje. Su cara, tras el mostrador lo dice todo, pero aún así resume su situación con la siguiente frase: «La gente tiene miedo a gastar», no hay otra explicación. Su padre llegó a este local de la calle Ciudad de Santander en los años 70, cuando ella apenas había cumplido cinco. Entre esas cuatro paredes ha vivido casi toda su vida: «Mi madre hasta traía la comida aquí». Su padre estuvo al mando de la cristalería hasta que murió hace ya seis años. «Desde entonces esto ha ido de mal en peor porque la gente no quiere gastarse el dinero», explica mientras atiende a sus últimas clientas.