El jesuita Bartolomeu L. Gusmao.
UNA LUPA SOBRE LA HISTORIA

.Y montar en globo

Los hermanos Montgolfier han pasado a la historia como los inventores del globo aerostático, pero fue el jesuita Bartolomeu L. Gusmao quien lo hizo 80 años antes

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Volar fue siempre una de las mayores aspiraciones del hombre. Desde que el padre del mitológico Ícaro, Dédalo, le construyera a su hijo, para huir de la isla de Creta en la que estaban prisioneros, unas alas con plumas de ave pegadas con cera que al aproximarse al Sol se derritieron -el joven murió al caer al mar-, el ser humano no ha dejado de inventar mecanismos e ingenios voladores.

Leonardo da Vinci se aproximó bastante y no solo con la máquina de volar, sino con el paracaídas, una de cuyas variables, el parapente, se utiliza actualmente como ingenio volador. Su Planeador Aéreo está inspirado en las alas del murciélago y el Tornillo Aéreo se considera casi un precursor del helicóptero.

La ilusión por volar no se hizo realidad hasta mucho más tarde, cuando los hermanos Montgolfier crearon realmente un aparato que se elevó del suelo, el globo aerostático. Su funcionamiento partía de un principio físico que dispone que el aire más caliente pesa menos que el frío. Ese aire más caliente, encerrado dentro de una cápsula que evite su fuga, será capaz de elevarla si su temperatura es lo suficientemente alta como para conseguir una diferencia importante con la del entorno.

Y eso es lo que hicieron los hermanos Joseph-Michel y Jacques-Etienne Montgolfier, hijos de un acaudalado fabricante de papel del sur de Francia, en donde nacieron en 1740 y 1745, respectivamente. Casi como era habitual en aquella época, los hermanos Montgolfier formaban parte de una nutridísima familia que tuvo 16 hijos.

Por una casualidad, los hermanos observaron unas bolsas de papel de seda invertidas que al pasarlas sobre una fuente de calor, posiblemente una vela u otro artilugio para alumbrarse, ascendían de forma inexplicable. Sorprendidos por tan mágico acontecimiento, decidieron experimentar con bolsas más grandes de papeles más ligeros y usar fuentes de calor más poderosas. El resultado fue que a mayor tamaño de la bolsa, mayor era el empuje ascendente que recibía.

Durante meses, perfeccionaron su descubrimiento, aumentaron la capacidad de la bolsa, su impermeabilización y cuantos detalles se les iban ocurriendo. En diciembre de 1782, hicieron el primer experimento serio con una bolsa de papel y seda, de 18 metros cúbicos de capacidad, que consiguieron elevar hasta unos 250 metros.

El experimento fue un éxito y, seis meses más tarde, lo repitieron con una bolsa mucho mayor. Esta vez, tenía una capacidad de 800 metros cúbicos, estaba confeccionada con papel y lino y pesaba 226 kilos. Después de calentar el aire contenido en su interior, la gran bola se elevó hasta más de 1.500 metros y se desplazó dos kilómetros, en un vuelo que duró unos diez minutos. Luego, al enfriarse el aire, cayó a tierra.

Desde entonces, los avances fueron constantes. Sustituyeron el aire por helio o hidrógeno, incorporaron fuentes de calor, añadieron una barquilla para el transporte, primero de animales y luego de personas, y captaron la atención del mundo entero, con las exhibiciones que realizaron todos los países. Los hermanos Montgolfier se hicieron famosos a nivel mundial y han pasado a la historia como los inventores del globo aerostático.

Pero ese privilegio no les corresponde a estos hermanos, que tienen el mérito de haber perfeccionado el invento hasta hacerlo fiable. Cierto es que, aunque se les ha considerado los inventores, casi 80 años antes de que los hermanos franceses pusieran un globo en el aire, otra persona, de otro continente, había hecho la misma demostración.

En diciembre de 1685, nació en la ciudad de Santos, en el estado de Sao Paulo, Brasil, el cuarto hijo de un matrimonio que tuvo un total de 12 y al que pusieron por nombre Bartolomeu Lourenço Gusmao. Su padre era el cirujano mayor de la plaza y disfrutaba de buena posición económica. En aquella época, Brasil pertenecía a la corona portuguesa, por eso, a la edad de 15 años, Bartolomeu fue enviado a la Universidad de Coimbra a continuar sus estudios. Allí destacó en física y matemáticas.

Ingresó en la Compañía de Jesús que, en aquella época, atraía a todos los talentos jóvenes, y dentro de la orden se dedicó a viajar por Europa, donde captó todo el movimiento intelectual de la época.

En 1709, puso en práctica un experimento que se le ocurrió años antes a raíz de una observación rutinaria. Por alguna razón que no es conocida, estaba realizando un trabajo con pompas de jabón cuando observó cómo una de ellas, al pasar ante la vela que le servía para alumbrarse, ascendía rápidamente.

Estudió aquel fenómeno y llegó a la conclusión de que el aire al calentarse ascendía. Entonces, tuvo la ocurrencia de experimentar con una gran bolsa a la que aplicó las conclusiones de sus pruebas. Realizó varios experimentos y, por fin, el 5 de agosto de 1709, presentó en público, y ante el rey de Portugal, Juan V, su 'Máquina para andar por el aire', para la que, meses antes, había obtenido, del propio monarca, un privilegio de invención, que es como se llamaba entonces a las patentes sobre inventos. El globo ascendió dentro de una sala y los criados lo derribaron por creer que el fuego que calentaba el aire interior podía prender los cortinajes. Días después, realizó una nueva experiencia al aire libre, en donde el globo ascendió y descendió sin dificultad.

En un códice de la Universidad de Coimbra, en relación a la fuente de calor respecto de este artilugio, se puede leer: 'Varios espíritus, quintaesenciados y otros ingredientes con luces por abajo'.

La demostración tuvo lugar en la Casa de Indias de Lisboa y presente en la misma estuvieron altas magistraturas del estado portugués, diplomáticos extranjeros y dignidades religiosas, entre las que se encontraba en nuncio del papa en Portugal, Michelangelo Conti, que llegaría a ser papa con el nombre de Inocencio XIII.

La máquina voladora de Gusmao tenía por nombre 'Passarola' y nunca más fue vista en público.

Instigados por el nuncio Apostólico, perteneciente a una parte de la Iglesia que en aquellos momentos odiaban ciegamente a los jesuitas, el Arzobispo Conti se las arregló para que todo el público interpretara aquel fenómeno como una obra del diablo, toda vez que ningún objeto más pesado que el aire podría elevarse por causas naturales.

No solo se limitó a vituperar de aquella manera el invento, sino que reprendió al jesuita y le prohibió que volviera a realizar prácticas pecaminosas como aquella.

La Inquisición se ocupó del padre Gusmao, el cual, al ver que su invento no se podría perfeccionar y asustado por las amenazas, buscó refugio por Inglaterra, Francia, Holanda y otros países en los que aprendió todo cuanto veía.

Regresó a Portugal en 1716 y, durante cuatro años, actuó en la Justicia como procurador del rey, ya que era una de las pocas personas que gozaban de la confianza de Juan V, monarca portugués. Envuelto en un lío con varias representantes del sexo femenino, a pesar de la protección real, se vio obligado a abandonar nuevamente Portugal. Desde entonces, se ocultó en Toledo hasta su muerte, el 18 de noviembre de 1724, sin que hubiese cumplido los cuarenta años.

En realidad, lo que el padre Gusmao hizo volar fue un sencillo globo relleno de aire caliente, aunque, en la mente del inventor, habían tomado forma otros modelos de globos con aplicaciones en el terreno militar y en el transporte de personas y con el que había manifestado al rey que se podrían sobrevolar todos los territorios, incluso los próximos a los Polos.

Parece ser que tenía bastante perfeccionado un sistema para mantener el aire caliente, si bien, por desgracia, no ha llegado ninguna descripción del mismo. Tampoco sabemos nada de lo que él llamó 'máquinas para andar por los aires' y que, a raíz de sus propias manifestaciones, debería estar equipada de elementos para dirigirla.

Todos sus documentos fueron destruidos, o al menos eso es lo que se dice a raíz de que una comisión de científicos se trasladara a Portugal para estudiar el ingenio del jesuita. Es posible que un hermano suyo, también religioso y persona influyente en la corte portuguesa, hubiese rescatado parte de aquella documentación, pero jamás se ha sabido nada de ella.