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DOCTOR IURIS

La estafa Dukan

ENRIQUE MONTIEL DE ARNÁIZ
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Oeso dicen. A falta de pan, buenas son dietas, y, en verano, cuanto más rápidas, mejor. Llevo dos semanas escuchando sin cesar del método del ¿Doctor? Pierre Dukan; en el trabajo, en casa, en la piscina. Y en televisión, donde el reportaje -algo tendencioso, la verdad- de Antena 3, ha dado mucho de que hablar. La curiosidad adelgazó al gato y me he puesto a investigar un poco. No he encontrado el curriculum de Dukan. Ni siquiera tiene una entrada en Wikipedia.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha alertado a la población sobre el seguimiento del método del nutricionista francés, con artículos titulados «Dieta Dukan: más peligros que milagros» y «No funciona en el 80 % de los casos». Del mismo modo, el Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas, a través de la página web del Ministerio de Sanidad de la ¿Doctora? Leire Pajín (ah, no, me he confundido) ha dedicado al método Dukan elogios tales como que es «ilegal» e «ineficaz, fraudulento y potencialmente peligroso», «instando a las autoridades sanitarias a proteger a la población de las consecuencias negativas de la difusión de este tipo de fraudes».

La cuestión es que, seguida la dieta en su fase inicial, se pierde peso viento en popa a toda mecha. Ello es relevante porque, siento decirlo, la gente no se fía de los verdaderos médicos. Por ello es por lo, por ejemplo, el personal toma antibióticos a diestro y siniestro o por lo que no entran en los hospitales, si pueden evitarlo. Lo que me preocupa, como a los antes citados especialistas en endocrinología -a los que por supuesto les toca la moral que llegue un franchute con editor y les levante los cien euros de cada consulta privada-, son los efectos secundarios, colaterales y fisiológicos.

A un amigo mío -siempre es un amigo, claro está- le recetó un, por otro lado brillante, endocrino del Servicio Andaluz de Salud una caja de pastillas llamada REDUCTIL, que tenía que tomar cada mes y costaba cincuenta euros. Al parecer «aceleraba el organismo» haciendo que se quemaran calorías, quitando la sensación de hambre y haciendo adelgazar. Esa fue la única vez en mi vida, digo en la de mi amigo, que sufrió una taquicardia en pleno juicio, por lo que decidió dejar de tomarlas. En enero de 2010 la Agencia Europea del Medicamento prohibió dicho producto por ser nocivo para el ser humano.

Algo así pasa con Dukan, que mientras no se prohíba categóricamente, la máquina de amasar millones no dejará de funcionar, lo que me trae a la memoria los vendedores de «productos milagros» que, avalados por médicos, decían curar el cáncer y enfermedades raras de todo tipo, y que acabaron con sus huesos en la cárcel. Por eso es por lo que digo que, en caso de duda, es una estafa. Aunque adelgace.