'Chocolata' triunfó en Cortijo de Ducha
Actualizado:Echó el escenario abajo, metió en un santiamén al público en el bolsillo de la admiración -de la expectación, de la concentración, de la delectación-, anudó sensualidad y jovialidad -fogosidad y animosidad, mocedad y porosidad-, recetó flamenco nimbado de samba, coloreó los portales de la música/fusión, aquietó los pies en las tablas, en la fijeza de la escena, para echar a volar cadenciosamente las alas de sus brazos, conjugó melodía y españolidad según los significantes de la guitarra y el contrabajo, blandeó sin regateos verbales el portento de su voz siempre moldurada de oros arabescos, de la furia contenida de quien, sabiéndose princesa de los pentagramas de la modernidad, encristalaba de transparencia los versos de Benedetti y, a la postre, saboreó un coctel de tanguillos atrincherados, carnavalitos peruanos, chacareras, blues, sones genuinos y hasta la versionada Edith Piaf por bulerías. ¡Ahí es nada! ¡Tomen el hilo de esta cometa que vuela alto! ¡Bálsamo de todas tensiones, lenitivo de la templanza del alma! Es la 'Chocolata'. Su arte define lo innombrable. Actuó, se expuso, se entregó, se manifestó, el pasado miércoles en el Cortijo de Ducha. Siempre arropada por Rubens Silva y Cuni Mantilla. Y cantó su misma descripción: «Nadie nunca te reemplaza y las cosas más triviales se vuelven en ti fundamentales».