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El deán de la catedral de Santiago, José María Díaz, observa ayer una copia del códice expuesta en la seo. :: LAVANDEIRA/EFE
Sociedad

Un valiosísimo manuscrito histórico desaparece de forma misteriosa

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Puede que el Códice Calixtino no sea el documento de más valor de España desde el punto de vista bibliográfico, pero sí lo es desde una perspectiva estrictamente histórica. El manuscrito del siglo XII que recoge la primera guía de los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela es una de las joyas indiscutibles del patrimonio nacional. «Es como si hubiese desaparecido el Museo del Prado, la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba», decía ayer gráficamente el catedrático de Historia Fernándo García de Cortázar.

El códice se guardaba en una caja de seguridad ubicada en el archivo de la catedral de Santiago de Compostela, una dependencia que se encuentra en el interior del templo, que precisamente cumplió 800 años el pasado abril.

Se echó por primera vez en falta a las ocho y media de la tarde del pasado martes. La hipótesis del hurto no llegó a cobrar cuerpo en los primeros momentos debido a la ausencia de signos de violencia en las cerraduras y puertas de la estancia. El desconcierto inicial mudó en preocupación cuando pasaban las horas y las pesquisas para localizar el ejemplar no daban resultado. Entrada ya la noche, los responsables del archivo asumieron lo inevitable y dieron aviso a la Policía.

El deán y principal custodio del códice, José María Díaz, confirmó ayer que los agentes policiales no llegaron a detectar indicios que delatasen el uso de fuerza. Díaz, que además es el archivero mayor del recinto catedralicio, explicó que solo él y otras dos personas tenían acceso a la sala donde se guardaba el códice. «En la caja de seguridad había también otros documentos de valor como los Tumbos de Compostela o el Breviario de Miranda, pero solo faltaba el Códice Calixtino. El que se lo llevó -prosiguió el deán- sabía de qué se trataba, sabía de su incalculable valor y sabía cómo llegar a él».

La hipótesis de un hurto minuciosamente planificado era corroborada por una información que apuntaba a que la caja de seguridad tenía las llaves puestas cuando se descubrió la ausencia del documento. Ese extremo no llegó a ser confirmado por el deán, que tampoco quiso extenderse sobre las medidas de seguridad del archivo. «Hay controles en todos los ángulos del claustro, de forma que queda fotografiada cualquier persona que pueda entrar», se limitó a decir. 'El Correo Gallego', el medio que sacó ayer a la luz la noticia, señalaba que el archivo está custodiado por un sistema de alarmas aunque puntualizaba que el dispositivo «no registra todos los movimientos en las distintas estancias». El mismo medio añadía que ninguna de las cinco cámaras que al parecer hay en el archivo enfocan al lugar donde estaba depositado el códice.

Manuel Moleiro, responsable de la principal editorial española dedicada a la reproducción de códices y manuscritos medievales, era incapaz de explicarse lo ocurrido. «Las informaciones no parecen muy verosímiles porque es inconcebible que un documento de semejante valor no esté vigilado por una cámara», declaraba a V desde Barcelona. Moleiro, uno de los escasos afortunados que ha tenido entre sus manos el Códice Calixtino, no se atrevía a cuestionar las medidas de seguridad del archivo de la seo compostelana aunque insistía en que el acceso a esa clase de recintos suele ser muy restringido. «Uno no accede a un códice así de buenas a primeras; hay que registrarse y cumplimentar un montón de papeles antes de dar cualquier paso. Lo normal es que solo te dejen trabajar con una copia pero, si por una razón de peso consigues acceder al original, nunca te dejan solo y menos aún te permiten que salgas de un recinto perfectamente delimitado y vigilado».

Un encargo

El editor se mostraba convencido de que el autor del hurto es un perfecto conocedor del archivo de la catedral compostelana. «Creo que convendría recordar la trama de 'El nombre de la rosa' y hacer lo mismo que hacía su protagonista, Guillermo de Baskerville: dirigir todas las miradas hacia dentro porque si hay un culpable seguro que es alguien cercano a la catedral». Moleiro, uno de los mayores conocedores del mundo del libro antiguo, descartaba por completo la salida al mercado del volumen sustraído. «A ningún marchante se le ocurriría hacer algo así porque es una obra tan marcada que en cuestión de horas todo el mundo se le echaría encima», decía. El mayor riesgo, añadía el editor, es que el autor del hurto decidiese dividirlo para que un posible comprador verificase su autenticidad. «Si eso ocurre, el manuscrito podría sufrir daños irreversibles», advertía.

En medios bibliográficos cobraba peso la hipótesis de un golpe realizado por encargo. «La teoría más plausible sería que se hubiese robado para complacer el capricho de algún coleccionista», indicaba un veterano librero que prefería no ser identificado. Ninguna de las fuentes consultadas se aventuraba a cuantificar el valor del códice. «A un documento así no se le puede poner precio», decía el editor Moleiro. El deán de Santiago de Compostela, por su parte, precisó que la catedral posee una póliza de seguro aunque indicó que ignoraba si su cobertura alcanzaba al manuscrito.

«Es el documento más importante de nuestro patrimonio histórico», decía categórico Fernando García de Cortázar al conocer la noticia. El catedrático acaba de sacar a la luz un libro en el que recorre la historia de la cultura española a través de veinte ciudades. «La primera de la que hablo es precisamente Santiago de Compostela porque el Camino de Santiago representa el eje vertebrador, el origen de lo que hoy es nuestro país. No hay otro documento histórico tan importante». La consternación era patente entre muchos medievalistas. El catedrático de Latín de la Universidad de Santiago José Manuel Díaz de Bustamante equiparaba el códice al Pórtico de la Gloria que preside la seo compostelana. «Es una pieza irreemplazable a la que no se le puede poner precio; es el padre de la mayor parte de los libros que sobre Santiago se conservan en media Europa», decía desconsolado.

El Códice Calixtino está compuesto por 225 folios de pergamino que están numerados con paginación romana y una caligrafía muy clara. Desde su restauración en 1964 forma un único volumen aunque en su origen está dividido en cinco libros. El primero de ellos, el más extenso, es una guía litúrgica para la celebración del culto al apóstol. El segundo, atribuido al papa Calixto II que da nombre al volumen, narra 22 milagros atribuidos a Santiago. Le sigue la parte destinada a contar el traslado del cuerpo del apóstol, que se desembarcó en Padrón. El cuarto libro, conocido como Historia de Turpin, es una exaltación del papel de Francia en la Europa cristiana con Carlomagno como figura principal. El quinto y último libro, el más conocido, es una guía que orienta al peregrino que se dirige a Santiago y hace una descripción de los territorios que tiene que atravesar siguiendo el Camino francés y las gentes que los habitan.