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MUNDO

CLÍMAX FRANCÉS

JOSÉ LUIS PEÑALVA
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Si vuelve, será recibido con honores. Porque en Francia, como en todas partes, mandan las mujeres. La casa que alquiló Strauss-Kahn en Nueva York es lugar de peregrinación adonde acuden como moscas los turistas galos. Tiene más visitas que el monumento a Lincoln o el Capitolio. Los americanos coleccionan a veces chorradas para llenar páginas de historia. La campana de la libertad, se multiplicada como un enanito de jardín y se ha escrito: «El culebrón de Strauss-Kahn forma parte de la historia de Manhattan». El pisito que sirvió de descanso al guerrero los franceses lo ven como otro monumento al soldado desconocido. Solo que la bandera estrellada se ha clavado en el abdomen de su caudillo.

Por lo demás, el guirigay responde al emponzoñamiento de la historia, en esa rara conjunción que hace coincidir dinero con justicia. Entendida la pasta como un elemento necesario para la cohesión nacional. Así, la denuncia por violación señaló la apertura de la veda. Así, una bandada de gallinazos con toga elevó el vuelo y ocultó la luz neoyorquina con su algarabía de preguntas insidiosas, enmarañó el asunto y provocó el orgasmo popular. Fuego a discreción, y la joven guineana objeto del acoso fue abatida acusada de prostitución, de amigos inconvenientes carne de presidio y de una abultada cuenta corriente. Todo en la banda de la sospecha, menos el dinero, que por negra y menesterosa, sobrepasaba la presunción para ocupar el espectro entero de la culpabilidad.

Cuando el fiscal amaina, al americanismo antifrancés se opone telúrica la animadversión gala por todo lo americano. La caja registradora hace clink, clink. Suma y sigue. Más votos. 'The New York Times' cuestiona mientras que el juicio se desvanezca porque la chica tenga posibles y amigos inconvenientes, cuando la investigación puso semen en su ropa. Pero todo francés quiere ser Dominique, y la naturaleza de la humillación con el adulterio es patrimonio nacional, admiración incontenible hacia las capacidades sexuales. Frente a la aburridísima Aubry y al presuntuoso Hollande, Kahn es el hombre. El amor macho que la periodista Tristane Banon denunció en 2003 cuando DSK la acosó «como un chimpancé en celo» no es un epitafio sino fuente de vida, un yacimiento de simpatías. Solo deja señal en la memoria de otra perturbada, el clímax adolescente a los cincuenta. El verdadero orgasmo debe ser cambiar el FMI por la presidencia de Francia.