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Las necesidades electorales de Rubalcaba agrietan la unidad del Gobierno Zapatero
Salgado se opone a las propuestas fiscales de Valeriano Gómez para directivos de banca, mientras el candidato secunda su mensaje
MADRID. Actualizado: GuardarLas disonancias entre la hoja de ruta del Gobierno y la necesidad del PSOE de reconectar con su electorado empiezan a hacer mella en el discurso del aún vicepresidente primero y, cada vez más, candidato socialista a las próximas generales. Alfredo Pérez Rubalcaba dio ayer un nuevo paso al frente en sus reproches contra la hasta hace poco intocable banca y respaldó, aunque sin asumirla por completo, la reflexión del ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, sobre la necesidad de corregir vía impuestos los salarios supuestamente excesivos de sus directivos. Nada que ver con la reacción de la vicepresidenta económica, Elena Salgado.
No es la primera vez que Salgado sale a apagar los fuegos creados por el ministro más político de su área de responsabilidad. Pero la clave está en que ahora Gómez no habla solo como miembro del Ejecutivo, además forma parte del equipo electoral del candidato socialista. Y mientras la vicepresidenta afirmaba en Onda Cero que no es «razonable» gravar en el corto plazo a las grandes rentas del sector bancario o de cualquier otro, Rubalcaba -con el que hasta hace poco tenía una gran afinidad- alegaba en Santander que el reparto de bonos entre algunos directivos de banca es un exceso «difícil de justificar» cuando los españoles lo están pasando muy mal.
El vicepresidente, que en sus cargos institucionales siempre se ha caracterizado por el verbo punzante contra el adversario político pero la diplomacia con el resto de agentes sociales, no dudó siquiera en responder de manera directa al máximo representante de los empresarios, Joan Rosell, que en la jornada anterior había calificado de «ocurrencias» los nuevos planteamientos del PSOE contra la banca. «No es populismo -alegó-, es estricta justicia».
Hasta el pasado mes de junio, nadie en el Gobierno había arremetido contra el sistema financiero español. Todo lo contrario, era objeto de loas por su solidez y buen comportamiento. Lo más a lo que se había llegado era a un ligero reproche por la falta de crédito a familias, pymes y autónomos pese a los avales y líneas ICO aprobadas. Pero entonces llegó Valeriano Gómez y soltó aquello de que los causantes de las altísimas cifras de paro no son el mercado de trabajo ni las instituciones españolas, pese a no ser «las mejores», sino «los comportamientos del sistema financiero y la asunción de riesgos en el sector inmobiliario durante el 'boom'».
Salgado tuvo que salir desde Bruselas, donde asistía a una reunión del eurogrupo, a salvar el buen nombre de los bancos españoles. Y del mismo modo ayer se apresuró a asegurar que no están previstos cambios fiscales; ni los planteados por Gómez, ni los sugeridos por José Blanco ayer en Sevilla para sufragar las obras públicas.
Roces internos
El difícil equilibrio que está obligado a mantener el vicepresidente Rubalcaba con el 'candidato Alfredo' ha creado ya varios roces internos en el Consejo de Ministros. La discusión sobre el contenido del decreto de negociación colectiva dividió a los ministros políticos (Rubalcaba, José Blanco, Manuel Chaves, Valeriano Gómez) y a los económicos que, junto a José Luis Rodríguez Zapatero, creían conveniente endurecer la propuesta para dar satisfacción a las demandas externas. Ganó Rubalcaba.
Volvió a haber discusión para decidir si se levantaba o no la prohibición de circular a 110 kilómetros hora, en lugar de 120, en las autopistas y autovías. Y, de nuevo los políticos, convencidos de que la medida había terminado de enfadar a una ciudadanía ya disgustada con el Gobierno y de que era hora de congraciarse con su público, se llevaron el gato al agua. Pero en el PSOE hay un sector que defiende que esta situación está provocando un desgaste excesivo en la imagen del que durante mucho tiempo ha sido el miembro mejor valorado del Ejecutivo.
Arrecia pues la presión para que salga ya del Gobierno. Hace tiempo que las miradas están puestas en el día 9 como punto de inflexión para el cambio de traje definitivo. Él juega al despiste. «No hay fecha», dice.