MITAD Y MITAD
Actualizado:Las asimetrías están muy igualadas. Medio mundo está convencido de que sus convicciones son las que pueden salvarnos y el otro medio cree con idéntico ímpetu que son las suyas las que pueden condenarnos, incluso a los que carecemos de ellas. La verdad nos hará libres, pero mientras la encontramos lo que nos hace es la puñeta. Más curioso que su ilusoria búsqueda es su reparto. La mitad de los franceses apoya el regreso de Strauss-Kahn a la vida política y exactamente la otra mitad lo reprueba. La diversidad es la gran musa del mundo, pero no deja de ser raro que coincida el número de los que patean con el de los que aplauden, aún teniendo en cuenta la posibilidad de que los que abuchean y protestan estén ovacionando a los que hacen lo mismo, para darle ánimos.
Eso de las dos Españas viene de lejos, pero sigue e, Manuel Chaves Nogales, tuvo el triste privilegio de ser perseguido por ambos bandos. Los dos aspiraban a matarlo y tuvo que exiliarse para que ninguno se saliera con la suya. Al final murió a consecuencia de una peritonitis, que nunca repara en adhesiones ni en fobias, en plena madurez prometedora (madurez, divino tesoro). Le recuerdo ahora porque la gente es de un bando o de otro. Lo ven clarísimo todo y dicen eso de «conmigo o contra mí», pero un poeta nos advirtió a tiempo, o sea, a deshora, de que «el que habla siempre del enemigo es el enemigo».
Las riñas internas ofrecen la única ventaja de hacernos olvidar que los talibanes pagan 140 euros por matar españoles en Afganistán. La muerte tiene un precio, pero quienes lo establecen están lejos del mercado y de la primera línea de fuego. Para no pagar y para no quemarse.