Se avecina el invierno
Actualizado:V ale, pues no habrá efecto invernadero, ni cambio climático, ni todo aquello que las profundidades mediáticas niegan porque lo mismo tienen acciones en empresas de hicrocarburos o están a sueldo del malo de nuestro tiempo, o sea, los mercados, pero convendrán ustedes conmigo que hace un calor que espanta. Y más espanta todavía porque el verano, o el verano gaditano, está empezando, y aterra pensar que vamos a sufrir esta canícula inclemente hasta lo menos octubre.
El anticiclón de las Azores debe de haber resucitado de su letargo, como los minipicos Ye-yé, la única buena noticia de esta semana en que parece que el galeón del Bicentenario se nos viene a pique, y no me refiero precisamente a la nao que está anclada allá en el muelle. Hemos pasado de planificar las pirámides de Gizeh a quedarnos con chozas de adobe: nos tiramos los trastos a la cabeza, unos se van y otros se quedan, se quitan exposiciones y se retrasan obras y los que de algún modo estamos metidos en esta historia (aquí el que firma, humildemente, como guionista de una serie de tebeos) andamos que no nos llega la camisa al cuerpo, a ver qué otras cosas se van desprendiendo del andamiaje que nosotros mismos intentamos construir. Sin demasiada iniciativa y con la macancoa gaditana típica, visto lo visto y lo que nos espera.
Puede que sea, como me comentaban el otro día, la maldición de la Pepa (una idea que lo mismo tendríamos que vender y todo, oigan). Porque recordemos que ya salió como salió la celebración del centenario y se fue a hacer gárgaras hace cinco lustros la celebración de los 175 años de tan magno acontecimiento, por no reconocer, claro, que lo que estamos intentando reivindicar es una realidad alternativa donde la Constitución del 1812 cambió el futuro, olvidando que tuvo una vida breve y un final amargo.
Divide y vencerás, que decía Julio César, gaditano de adopción. Tantos distintos estamentos organizando y desorganizando, sin una idea concreta común, tirando de cheque en blanco sin fondos y para mayor gloria propia, y tenemos que vernos con el agua al cuello para que, por fin, la voz de la cordura diga, quizá demasiado tarde, que lo que tendríamos que tener es una sola empresa dedicada al fausto acontecimiento. Una salvación in extremis que me temo lo mismo tampoco llega a tiempo, porque aquí todos somos como somos y arrimamos el asca a nuestra particular sardina barbacoil.
Pues eso, que a pesar del calorazo que hace, uno recuerda que el invierno se avecina para vuestra ciudad. Metafóricamente hablando, por supuesto.