Con otro aire
Actualizado:El Informe Pisa no deja en buen lugar a la Universidad española, pero por ahora los que mandan en ella no parece que se hayan dado por enterados. Tenemos en muchos casos magníficas instalaciones y estupendos espacios docentes... para una masa universitaria absolutamente carente de cultura, formación, interés y afán de excelencia. Este quizá sea el rasgo más profundo y que con más tino debería analizarse de nuestra actual institución: la dejación de la excelencia. Lentamente, pero sin desfallecer, estamos convirtiendo los espacios universitarios en lugares más similares a los de las botellonas nocturnas que en espacios de esparcimiento y descanso de estudiantes que se dice cursan estudios superiores. En la mayoría de los casos, este último concepto es meramente simbólico, rastro del pasado. Contemplamos cotidianamente una absoluta preponderancia de la vulgaridad, no solo en el hablar o en el comportamiento, sino también en el vestir. Esto último es ya una batalla perdida. Ver las pintas que traen los universitarios a los exámenes es todo un espectáculo, por no hablar de las universitarias y sus modelos más propios de un paseo por Malibu Beach que por un Aula, por no entrar en otras consideraciones. Me pregunto si en alguno de los países que están a la vanguardia de los estudios superiores se producirían comportamientos y actitudes como los que podemos observar diariamente en nuestra depauperada universidad.
Me encuentro ahora en una Universidad que no es la mía. No he visto aún, porque no las hay, las comodidades y hasta los lujos de mi Universidad. No he visto mesas de ping pong en el patio, ni puedo tomar café o lo que sea en una amplia y bien acondicionada cafetería, simplemente porque la universidad del país en el que me encuentro no tiene tradición de espacios de restauración dentro de sus recintos. El que quiere comer algo, o tomar algo, si no lo hace en una máquina expendedora de café o bebidas, sale a la calle y se lo toma. Trabajo en un despacho sin aire acondicionado, junto a una biblioteca y sala de doctorandos también sin aire. Subo a una segunda planta sin ascensor, como suben todos los profesores, y los despachos tampoco tienen aire acondicionado. La gente estudia aquí sin él y no pasa nada. Hace mucho calor pero se aguanta uno. La Universidad en la que estoy fue fundada en el siglo XIV, y eso se nota, en todos los sentidos. Es un poco caótica, hay libros por todas partes, en anaqueles subiendo las escaleras, en esquinas, en mesas... pero hay algo que me hace sentir universitariamente vivo y humano. Hay espirítu de cultura, de saber, de estudio. A pesar del calor. Y la vista de un palacio de Vasari desde mis ventanas. Eso no tiene precio.