La Encrucijada
Actualizado: GuardarLos parados no pueden pagar sus hipotecas y el Gobierno no pude pagar a sus parados. La gente normal, que por cierto cada vez escasea más, después de seguir el debate sobre el estado de la nación se ha dado cuenta de que puede resumirse con una sola palabra: comatoso. Somos un país muy peculiar y no es extraño que deseen venir a vernos Hilary Clinton y el papa. Si logran explicárselo sería muy de agradecer que no nos ocultaran sus descubrimientos. Aquí estamos atareados con la fiesta del chivo expiatorio. La morosa despedida del presidente Zapatero, al que nadie le ha reprochado nunca sus modales sino su modo de gobernar, ha tenido excelsos comentaristas. Hay más expertos en política nacional que ventanas. Lástima que todos vean lo mismo al asomarse al interior.
Las despedidas son tristes. Que se lo pregunten a los miles y miles de trabajadores que han quedado despedidos de las empresas donde trabajaban. ¿Dónde se instala el descontento? No puede vivir siempre en la calle, a la que siempre se adjetiva injustamente de puñetera, porque la calle es de todos. También de los resignados y de los ilusos que esperan épocas mejores. Ahora se está produciendo un fenómeno de simpatía hacia los desahuciados, simpático en principio, pero que pude terminar en la quiebra de todo el estado de derecho. Parece que es una derivación del movimiento 15M ¿Qué puede pasar si nadie paga lo que debe, aunque emplee el irrebatible argumento de que no tiene dinero para pagar? Sería la selva. Una selva con pancartas en las lianas donde se acuse la «codicia de los bancos». Una lectura breve, pero siempre instructiva. Se cita más a Goethe cuando se mutila su famosa frase de que prefería la injusticia al desorden. No acaba ahí. Añadió que el desorden le parecía la mayor de las injusticias. Que se lo pregunten a Di Stefano, que es otro genio. La turba ha destrozado el Monumental de River Plate. La afición ha sido desahuciada por 20 partidos.