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El neuropatólogo Alberto Rábano disecciona un hemisferio en la sala de autopsias del Hospital Virgen de la Arrixaca, en Murcia. / Foto: Edu Botella
en el laboratorio

El cerebro tiene la clave

La red nacional de bancos de tejido neurológico ya almacena 10.000 órganos, pero no son suficientes. Estas donaciones revelarán un día el origen de males como el de Alzheimer o Parkinson

PAZ GÓMEZ
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Todo lo que saben los investigadores sobre el mal de Alzheimer, el de Parkinson o la esclerosis, conocimientos que han posibilitado el desarrollo de tratamientos, se lo deben a las personas que donaron sus cerebros a la ciencia. El único diagnóstico certero de las enfermedades neurodegenerativas se logra tras la autopsia, analizando el órgano herido. La donación de cerebros es la clave para averiguar cómo se desencandenan estas patologías y cómo atacarlas, así como detectarlas precoz y certeramente. La cura, que aún queda lejos, muy probablemente será el paso final de esta cadena de acercamiento al tejido real.

España es un país puntero en trasplantes, pero se sumó tarde a la donación de tejido neurológico. Mientras los bancos de cerebros empezaron a constituirse en los años sesenta en Estados Unidos, el Hospital Clinic de Barcelona inauguró el primero del país en 1993. Pero de las crisis nacen oportunidades. Alberto Rábano, del departamento de Neuropatología y Banco de Tejidos de la Unidad de Investigación Proyecto Alzheimer de la Fundación CIEN-ISCIII, recuerda que el ‘mal de las vacas locas’ fue el detonante para que tanto las autoridades como la población se percataran de la trascendencia de contar con estos depósitos de tejidos. Hoy la red de bancos de cerebros es una realidad en expansión que aglutina un histórico de 10.000 cerebros.

La cifra no debe llamar a engaño. «Nunca hay demasiadas muestras de tejido neuronal. Las asociaciones de enfermos con demencias están muy concienciadas con la donación, pero también necesitamos cerebros de personas sanas, lo que se llaman muestras de control, y de esas estamos escasos en todos los bancos». ¿Cuántos centros conforman la red? Rábano apunta que están muy consolidados los de Barcelona (2), Pamplona, Vigo y Madrid. Les siguen Murcia, Salamanca, Oviedo y Alicante, mientras van naciendo otros depósitos de menor medida en Badajoz o Canarias.

En la Red Ciberned, que así se denomina, se están realizando proyectos complementarios de gran riqueza para el futuro pero que generan un vínculo emocional entre los investigadores y los futuros donantes. Ceder el cerebro a la ciencia les confiere una especie de inmortalidad: sobrevivirán a través del estudio clínico y, algún día, sus muestras habrán valido para curar o detener la enfermedad que les derrotó. Es el caso de los 35 pacientes con demencia avanzada que siguen de cerca en el Centro de Alzheimer de la Fundación Reina Sofía, en Vallecas (Madrid). «Son especiales –explica Rábano– porque estamos siguiendo toda su evolución en vida y luego podremos cotejar esa información con el análisis de su cerebro». Pero la singularidad de haberles tratado de cerca marcará a los patólogos que trabajen con sus tejidos. Siempre tendrán nombre propio.

Las guardianas del banco de cerebros de Murcia, ubicado en el Hospital Virgen de la Arrixaca, son las técnicos de laboratorio Lourdes Peyrés y Victoria Martínez. Conocen a quién corresponde cada uno de los hemisferios congelados a menos 80 grados centígrados. Y a sus parientes.

Miman cada recipiente blanco, un utensilio de laboratorio más para cualquier ajeno, como si albergara la esencia de esa persona que creyó en el valor de la ciencia. Y se emocionan al recordar algunas de sus historias. Y es que, como rememora Lourdes Peyrés, «una cosa es que alguien joven y sano se decida a hacerse donante porque tiene un familiar afectado o está sensibilizado con la causa y comprende el buen uso que se dará a su cerebro. Pero no es igual cuando se presenta aquí una señora con cáncer terminal, que sabe el tiempo que le queda, y tiene la valentía de hacerse donante para que algún día la gente no sufra como ella. Eso te parte el corazón».

Dualidad hasta en el proceso

En analogía con la doble naturaleza de nuestro cerebro, la obtención y tratamiento del tejido nervioso humano posmortem también se divide en hemisferios. El derecho se congela mientras que el izquierdo se fija en formaldehído para evitar que se desintegre. La neuróloga Carmen Antúnez, responsable del banco de Murcia, detalla que «el proceso responde a un sistema protocolizado internacionalmente. La parte izquierda es la educada, la que almacena el lenguaje, la escritura... Y el hemisferio derecho guarda la inteligencia emocional. Por eso los patólogos utilizan el izquierdo para el análisis histológico, que nos dará el diagnóstico posterior y las muestras para poder investigar».

Llega la hora de preparar el hemisferio. Técnicos como Peyrés y Martínez recogen muestras de tejido fijado en formol y las colocan en piezas de parafina. Esos bloques son el suministro del que se van cogiendo ínfimos trocitos –de cuatro micras–, que a su vez se colocan en portaobjetos. Una vez aquí se sumergen en diversas sustancias que resaltan las diferentes estructuras histológicas. Una de estas técnicas, muy difíciles de realizar, son las que utilizan tinciones de plata.

¿Qué hay que hacer para ser donante? Ponerse en contacto con el banco más cercano a lugar de residencia, donde será informado y se le suministrarán los documentos que deben acreditar el consentimiento. Una vez que el donante fallezca, el equipo moviliza al forense y al patólogo antes de que transcurran seis horas de la muerte porque si no el cerebro no será viable para el proceso de conservación.

La Red Ciberned ya están dando resultados. El doctor Rábano menciona, como ejemplo de las virtudes ya recogidas: «En nuestro centro hemos descrito mutaciones nuevas, desconocidas, del alzhéimer. Y gracias a una donación de nuestro banco, en EE UU pudieron aislar una línea celular con la que investigan la posibilidad de cultivar células, es decir, su aplicación a la medicina regenerativa. Imaginen todo lo que podremos lograr...».