Los fármacos del futuro podrán regular la vejez
Actualizado:Basta con mirar cada día a nuestro alrededor para darnos cuenta de que cada vez somos más longevos y llegamos mejor conservados a ciertas edades que hace diez años.
Una sanidad evolucionada, una cuidada higiene y una educación que nos hace ser más conscientes de la necesidad de cuidar nuestro organismo son algunos de los motivos para que esto sea así más allá de la influencia genética.
El envejecimiento es un proceso fisiológico que forma parte de las etapas de la vida, pero frente a las primeras, marcadas por un crecimiento constante, este supone un proceso de declive. El organismo ya no dispone de la energía suficiente para contrarrestar de manera eficiente daños que antes solventara con mayor eficacia e ímpetu.
El porqué del envejecimiento, según la hipótesis más generalizada, es la acumulación de daño en nuestro ADN, tal y como señala María Blasco, vicedirectora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y una de las expertas más reconocidas a nivel mundial en estos temas, además de en investigaciones sobre el cáncer.
Lo que está menos claro es qué tipo de daño es el más importante en este proceso.
Es este punto el que provoca intensos debates en la comunidad científica. Quizás la teoría más extendida hasta ahora era la que incidía en la importancia de los «radicales libres», unos elementos químicos creados por nuestro organismo que deshacen todo lo que tocan, pero últimamente los hallazgos sobre la longitud de los telómeros, unas estructuras que protegen nuestro ADN y que, al acortarse por debajo de un mínimo, provocan que las células interrumpan su ciclo y dejen de regenerar los tejidos, otorgan a estos un mayor protagonismo sobre el proceso.
«El acortamiento progresivo de los telómeros asociado al proceso de envejecimiento y la consecuente acumulación de telómeros demasiado cortos (o letales para la célula) cuenta con evidencia genética y molecular muy sólida de que es uno de los procesos causales del mismo», explica Blasco.
Una aceleración en la pérdida de telómeros causaría un envejecimiento prematuro por la pérdida anticipada de la capacidad de regeneración de los tejidos y órganos.
«Por otra parte, si se mantienen los telómeros largos a edades avanzadas (aumentando la expresión de la telomerasa, gen de la juventud, de manera genética) esto hace que los ratones sean jóvenes durante más tiempo, tengan menos enfermedades asociadas al envejecimiento y que vivan de media un 40% más», indica la experta.
De momento, ya se han creado organismos (gusanos, moscas y ratones) que envejecen más lento y viven más. Los estudios se han realizado usando animales transgénicos –basados en modificaciones de los genes- y han servido para identificar genes de longevidad que mantienen nuestras células jóvenes. Pero aún hay más, porque se han obtenido recientemente los primeros aumentos de longevidad en ratones a base de fármacos: «Esto indica que el envejecimiento y la longevidad también se podrían modular con fármacos que imiten o aumenten la función de determinados genes de juventud», asegura María Blasco.
En resumen, si se conocieran en detalle la identidad y la regulación de los genes que nos mantienen jóvenes se podría modificar su actividad con esos fármacos y así alargar indefinidamente la juventud, lo que no nos haría inmortales ya que hay causas de muerte no relacionadas con el envejecimiento.
El cerebro, clave
Mientras llega esa fuente de juventud, y aunque tengamos unos mejores telómeros de nacimiento, hay varias pautas que podemos seguir para ralentizar el envejecimiento, ya que se sabe que la velocidad a la cual se acortan los telómeros depende de muchos factores, entre los que se incluyen hábitos de vida como fumar, beber en exceso, el estrés crónico, la obesidad, la mala nutrición, etcétera.
Esas pautas de comportamiento, como veremos, son las mismas que ayudan a que nuestro cerebro ralentice su envejecimiento, que comienza entre los 27 y los 30 años y cuyo declive suele tener lugar a partir de los 50.
Tal y como indica el investigador y catedrático de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Complutense y catedrático adscrito del departamento de Fisiología Molecular y Biofísica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, Francisco Mora, «el cerebro no envejece todo al mismo tiempo, sino que lo hace de un modo diferencial entre sus áreas, dependiendo del uso y entrenamiento al que las sometamos con nuestra conducta. Por eso no envejece igual en todas las personas».
Partiendo de que ese ‘deterioro’ viene asociado a pequeños cambios morfológicos y funcionales en circuitos específicos y no, como se pensaba antes, a la muerte de neuronas, y sabiendo que este es un proceso natural que puede tener diferentes velocidades dependiendo del estilo de vida del individuo, lo mejor es ponerse manos a la obra y llevar a cabo ciertos hábitos que ayudan a ralentizarlo.
Para ello Mora trazó, tras años de investigación, 12 claves publicadas en su libro «¿Se puede retrasar el envejecimiento del cerebro?» y estimó que quienes adoptan y mantienen más del 50% de éstas, salvando lo aleatorio de accidentes, infecciones y otras vicisitudes, han llegado a vivir más allá de los 80 años en buen estado.
Las claves anti-envejecimiento
Siempre se incide en lo mismo, pero es que es importantísimo. Sea cual sea la causa más importante del envejecimiento, es casi imprescindible hacer un ejercicio físico aeróbico moderado, algo que tiene muy claro Bernardino Lombao, quien fuera preparador físico de José María Aznar hasta que «él se convirtió en mi entrenador», asegura.
Deportista profesional, Lombao, que a sus 73 años se prepara para competir y hacerse con el Oro en salto con pértiga en los próximos Campeonatos del Mundo para Veteranos que se celebran este mes de julio en California, es un convencido de que el deporte es fundamental para tener una buena vejez «porque sea la edad que sea a la que se empiece siempre reportará algo positivo», asegura.
Así es, ya que el deporte está asociado a tener telómeros más largos a la par que ayuda a mantener a raya a los radicales libres. «El declive natural, fisiológico, que ocurre en las neuronas con la edad, de forma especial en personas sedentarias, se atenúa o se retrasa si se practica ejercicio físico continuado. Y lo que parece más sorprendente, el ejercicio físico actúa realmente como un antioxidante », explica Mora.
Además, hacer deporte se asocia inmediatamente a llevar una nutrición saludable, equilibrada, que ya es un gran paso. Si además, al menos en días alternativos, logramos comer menos de lo habitual pero sin bajar de las 1.200 kilocalorías, o tomamos más pescados, frutas y verduras, lograremos una esperanza de vida mayor, amén de protegernos frente a la incidencia de enfermedades que típicamente aparecen durante el envejecimiento (como el Parkinson o el Alzheimer) y de ver una reducción en ciertos procesos degenerativos. Tanto es así que en estudios hechos con personas se comprobó un aumento significativo de la capacidad en la asociación y expresión de ideas, lo que incluye la memoria, en aquellas que vieron reducida su dieta diaria en un 30%.
Pero además de en la dieta, el deporte nos ayuda a combatir el estrés, esa gran lacra social.
Como señala Blasco, «en el caso concreto de los telómeros, un mayor estrés percibido resulta en un acortamiento prematuro de estos».
El llamado estrés social crónico, causado por una tensión constante que a veces llega en forma de amenaza psicológica continuada (miedo a perder el trabajo), es fuente de múltiples patologías tanto cardiovasculares como de reducción de la capacidad de defensa inmunológica, así como de daños metabólicos (obesidad o diabetes) y causante, además, de una alteración crónica de los patrones del sueño. Sus efectos son acumulativos y pueden expresarse en enfermedades a medida que envejecemos, explica Mora.
Además de la práctica de deporte, adaptarse a los cambios sociales aminora el estrés (inconsciente) que produce el aislamiento y la incomunicación. Causas estas últimas por las que no conviene vivir solo, además de porque reducen las capacidades mentales, aceleran el proceso de deterioro y conducen a una esperanza de vida acortada.
Adiós a los malos hábitos
Fumar, entre otros, es un hábito que conviene dejar cuanto antes mejor. Como nos desvela la vicedirectora del CNIO, ahora se está testando si al abandonar un mal hábito adquirido hace tiempo se frenaría el mal que sobre los telómeros haya causado: «Yo creo que si nuestros telómeros se acortan por malos hábitos y los abandonamos podremos enlentecer la velocidad de acortamiento de los telómeros. No sabemos si se podrían recuperar o no los telómeros normales. Quizás para ello habría que usar activadores de la telomerasa».
De momento lo que se sabe a ciencia cierta es que fumar durante años conlleva un aumento del riesgo de padecer cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares y pulmonares, diabetes, hipertensión, accidentes cerebro-vasculares como la arterioesclerosis y la muerte prematura. Además, puede producir pequeños infartos cerebrales y un declinar acelerado de las funciones mentales.
A pesar de todo, el riesgo de padecer alguna enfermedad del envejecimiento existe. Para tratarlas, los activadores del ‘gen de la juventud’ tendrían una utilidad inmediata en las llamadas «enfermedades teloméricas», que cursan con una pérdida prematura de la capacidad de regeneración de los tejidos (anemia aplásica, fibrosis pulmonar, etc).
«Habría que testar su utilidad en las distintas enfermedades asociadas al envejecimiento que también se caracterizan por tener telómeros más cortos», afirma Blasco mientras señala que lo que sí se está haciendo ahora con inhibidores de la telomerasa es «el primer fármaco contra el cáncer, que se está probando en ensayos clínicos de fase II en Estados Unidos. Aun no sabemos si será efectivo. También se están probando inmunoterapias contra el cáncer basadas en la inhibición de la telomerasa».