Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
opinión

El Estrado de la Nación

El Debate de ayer sobre el Estado de la Nación inevitablemente era también el Debate sobre el Estado de Zapatero

TEODORO LEÓN GROSS
Actualizado:

Hay que admitir que el debate de ayer cumplió con las expectativas: no sirvió para nada. Lo que se dicen cada semana en versión single, ahora en versión LP; con más carga retórica en el libreto pero la misma partitura. Por demás, cero ideas. Parece difícil pero ese es el balance real: cero ideas tras siete turnos bipartidistas. Todo quedó en un intercambio de golpes. Claro que no cabía esperar ningún brindis de Rajoy después de cinco paquetes de medidas sin apoyar una sola vez al Gobierno, ni siquiera cuando se trataba de iniciativas hasta entonces suyas, o de Zapatero tras vetar un centenar de proposiciones de ley y más de un millar no de ley del PP sin patrocinar un consenso. Lo de ayer era solo esa clase de pulsos a la irlandesa que se practica en las tabernas subtropicales golpeándose alternativamente hasta que uno se derrumbe. De hecho ayer nunca pareció un duelo sobre el Estado de la Nación, si acaso sobre el Estrado de la Nación midiendo músculo parlamentario: Rajoy acreditó de nuevo que le falta pegada y Zapatero que va sobrado de mandíbula, así que todo quedó en una exhibición inútil para enardecer sólo a las hinchadas.

El Debate sobre el Estado de la Nación inevitablemente era también el Debate sobre el Estado de Zapatero. Y a pesar de sus recursos dialécticos, era indisimulable la legislatura agotada, literalmente achicharrada. Zapatero ya no puede sortear su imagen crepuscular de interino en la Moncloa. Es como el herido de aquel chiste sórdido sobre un accidente brutal que, al ver a acercarse a un tipo aplicándole la eutanasia a los moribundos con un tiro de gracia, exclama aun despanzurrado y habiendo perdido las dos piernas y un ojo: «parece mentira, pero no me ha pasado nada, nada, nada». Así que Zapatero ayer, a pesar de los cuatro millones de parados y los indicadores sangrantes de la macroeconomía, se aferró a eso de ‘parece mentira pero no nos ha pasado nada, nada, nada’. Una humorada negra.

Pero en lo que ayer también había de Debate sobre el Estado de Rajoy, tampoco hay para celebrar. Con el marchamo anticipado de sexto presidente bajo la Constitución de 1978, nunca concibió su discurso para generar confianza o algo de ilusión; solo más madera. Abusó de las frases cortas calcadas del marketing electoral americano por sus cabezas de huevo; balas de plata retórica para hacer titulares o tuits de 140 caracteres. Rajoy, a fuerza de no dar ideas, reforzó las teorías de su programa oculto; y desde luego sí renunció a contrarrestar su desalentadora falta de credibilidad en las encuestas. Se ve que apura solo la estrategia de esperar a ver pasar el cadáver de Zapatero por la calle Génova. Realmente ayer eso pareció ya mucho más cerca.