Sociedad

Gente de todos los colores

La bandera arco iris, diseñada en 1978, se ha convertido en un símbolo global que estos días ondea con especial orgullo

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Este fin de semana, la bandera arco iris ha dominado las calles de medio planeta. La ondeaba gente de distintas nacionalidades, de distintas lenguas y culturas, pero con un vínculo mucho más profundo: el amor insobornable por la libertad. Estaba en Bogotá, formando hipnóticas combinaciones de color al bailar con el amarillo, el azul y el rojo de la enseña colombiana, y en São Paulo, en uno de los mayores desfiles del orgullo gay de todo el planeta. Arrasó en Nueva York, donde se celebraba la legalización del matrimonio homosexual, pero también se alzó alegre y reivindicativa en Estambul, en Guatemala, en Barcelona, en Estocolmo, en México o en Berlín. Y, por supuesto, se volvió numerosa hasta la omnipresencia en la ciudad donde nació hace 33 años: San Francisco, en California.

Fue allí donde el artista Gilbert Baker se puso a teñir y coser telas para confeccionar la primera bandera arco iris. Baker, natural de Kansas, había llegado a la capital mundial del activismo gay como parte del Ejército de los Estados Unidos, después de servir como enfermero en Vietnam y de haberse enamorado de un soldado. En pleno torbellino de rebeldía contra la guerra y el conservadurismo, se dedicó a diseñar carteles, pancartas y octavillas para diversas causas y se hizo amigo de Harvey Milk, llamado a convertirse en el primer político abiertamente gay elegido para un cargo público. El propio Milk le sugirió crear un símbolo diferente del tradicional triángulo rosa, la marca usada por los nazis para distinguir a los prisioneros homosexuales. «Para mí, el arco iris era lo único que realmente podía expresar la diversidad, la belleza y la alegría», ha explicado el diseñador.

Dos tonos perdidos

Baker suele mencionar aquel 25 de junio de 1978 como uno de los momentos más felices e importantes de su vida: Harvey Milk, que sería asesinado cinco meses después, recorrió triunfante las calles de San Francisco bajo la nueva insignia multicolor, entre aplausos de los miles de asistentes al desfile del Día de la Libertad. «Todos creíamos que íbamos a cambiar el mundo», recuerda. Aquella bandera era, de hecho, más multicolor todavía que la de ahora: tenía ocho bandas, cada una con su significado (el azul de la armonía, el rojo de la vida, el amarillo del sol...), pero los problemas con el suministro de telas obligaron a eliminar el rosa y, después, la preferencia por un número par acabó con el turquesa.

En estas tres décadas, la creación de Baker ha batido dos veces el récord mundial de bandera más larga: en 1994, se confeccionó una de 1,6 kilómetros, sostenida por cinco mil personas, y en 2003 se superó esa marca con una interminable insignia de dos kilómetros. El artista estadounidense ha seguido dedicándose a los estandartes, con clientes de lo más variado: desde la presidencia de Venezuela hasta el Partido Demócrata de su país, pasando por la Sinfónica de San Francisco o, según su biografía oficial, el Rey de España. Pero el emblema arco iris, que logra unir a las personas por encima de las fronteras, sigue siendo su obra maestra: «Es ya algo más que una bandera, da esperanza a la gente».