Propiedades de la música
Actualizado: GuardarMuchas y diversas son las propiedades de la música. Amansa a las fieras, como viene atestiguándose desde que el tracio Orfeo encantara con su lira a las Sirenas, al infernal can Cerbero y a los mismos dioses del Hades, hasta día de hoy, en que madres, tracias y no tracias, siguen calmando a sus criaturas (sin ánimo de comparar a los bebés con aquellos belicosos seres) con nanas y canciones.
Hay músicas con un admirable poder de convocatoria, que nos incitan a buscar en nuestros bolsillos el mechero y, en nuestro más recóndito doble fondo, la última chispa revolucionaria o progresista: Bob Dylan, Paco Ibáñez, Juoan Baez, Mercedes Sosa… Luego, están las canciones que poseen un resorte mágico capaz de imprimir, como las zapatillas rojas del cuento, movimiento a nuestro cuerpo, sobre todo a los pies, a pesar de que sean por lo general ramplonas y horteras. Son las típicas de las bodas y las fiestas de pueblo, las ineludibles congas, salsas y rumbas varias.
Otra propiedad sorprendente de la música es su capacidad de evocación. No hace falta pensar mucho para localizar esa canción íntima o secreta que invita a nuestros fantasmas a regresar, que nos devuelve amores pasados, días perdidos, noches que merecieron alargarse, palabras dichas con el arrobo y la imprudencia de la juventud... Elixir de la memoria, ese tipo de canción debería recetarse en farmacias.
Y está también la facultad de la identificación. Sucede en esas épocas en que todas las canciones que se nos cruzan –pero absolutamente todas– hablan de nuestra vida, como si algún duende hubiera susurrado al oído de sus autores nuestros sentimientos, inquietudes y dudas, para trasladarlos al pentagrama. Llegado ese punto, se impone rendirse o, como mucho, aprender a cantar…