Sociedad

#Políticos en 140 caracteres

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Barack Obama puede enviar un mensaje de texto desde su Blackberry a nueve millones de personas. Y todos le van a escuchar. 140 caracteres, un botón, una décima de segundo y el mundo entero sabrá lo que quiere decir. El presidente de los Estados Unidos ha prometido que será él mismo el que firme alguno de sus mensajes en sus cuentas de Twitter y Facebook. Podrá escribirlos él, pero ¿los enviará sin que su gabinete los revise? Los expertos en comunicación política no lo creen posible. El error, la polémica y el cara a cara con los ciudadanos son el ángel y al mismo tiempo el demonio de las nuevas tecnologías para los dirigentes políticos. Un sueño y una pesadilla.

Marc Vidal recuerda la cara de «alegría infinita» y al mismo tiempo de «espanto» que se le quedó a un ministro español -sin nombre- cuando mantuvo su primera conversación por Twitter. «¡Hablo con un ciudadano!», exclamó acostumbrado a los discursos preparados y las tribunas, como si hubiera descubierto el fuego. Vidal es asesor de comunicación 2.0 y creador de las campañas de Artur Mas, François Bayrou (candidato de Unión por la Democracia Francesa a las elecciones presidenciales de 2007), las municipales de UPyD, asesor del Partido Demócrata de EE UU, de Álvaro Uribe y del presidente colombiano Juan Manuel Santos. En su largo camino ha puesto en las manos de presidentes, ministros y candidatos la bomba de relojería de Twitter y ha presenciado los frutos del éxito o del desastre. Guarda en su cabeza mil anécdotas que le impiden contar los contratos de confidencialidad, pero recuerda un 'tweet' de Uribe antes de montarse en un avión en plena crisis entre Nicaragua y Costa Rica, con acusaciones mutuas de invasiones de territorio en octubre de 2010. «Tuiteó, despegó y, mientras volaba, estuvo a punto de provocar un conflicto armado». Saltarse el gabinete de un político es un ejercicio de comunicación audaz y fresco, pero peligroso. Por eso, Vidal no se cree que Barack Obama vaya a enviar ningún mensaje de manera directa a sus 9 millones de 'followers': «Es sencillamente ridículo».

¿Podemos creernos que los mensajes que los políticos envían a su 'timeline' y las respuestas a las cuestiones que les plantean los ciudadanos vienen firmados de su propio puño y letra? ¿Que lo escriben desde la cama, en el coche o en el sentados en el váter? Vidal piensa la respuesta y admite: «No». Una ley no inscrita manda que cuanto más importante sea el tipo que pone la cara, menor es la posibilidad de encontrarse un 'tweet' propio y espontáneo, sin mediaciones de sus prudentes consejeros de por medio. La mayoría de las cuentas están manejadas por un equipo y el más grande que se conoce es el del presidente venezolano Hugo Chávez, que en su afán controlador decidió contratar a dos centenares de personas para gestionar su cuenta @Chavezcandanga a la que siguen más de 1.600.000 personas. Él sigue sólo a 19.

Habla más que escucha. No es otra gran conversadora Leire Pajín. La ministra de Sanidad tiene un perfil abierto en Twitter. Ahí termina su aventura con el pájaro azul. ¿Timidez, exigencias del guión 2.0 o ganas de aparentar? Le siguen 3.800 personas pero ella no ha dicho ni pío. Tampoco está en el mundo del microblog para escuchar, pues no sigue a nadie. Muchos pensarían que se trata de la broma de un oportunista si su cuenta no estuviera verificada por la compañía (nadie le suplanta).

En el debate sobre el estado del 'timeline' español casi todos han entrado por el aro, menos los primeros espadas. Ni Rodríguez Zapatero, ni Mariano Rajoy, ni Pérez Rubalcaba tienen cuenta de Twitter. En el ranking de los más influyentes en la red que ofrece la propia empresa reina la presidenta de la Comunidad de Madrid. A @Esperanzaguirre le siguen más de 31.400 personas. «Bienvenida a mi Twitter y al de mi equipo», advierte en su mensaje, pero no aclara cómo diferenciar entre los suyos y los de sus asistentes. Le siguen la diputada del PP Cristina Cifuentes, Cayo Lara, Dolores de Cospedal, Elena Valenciano, José Antonio Griñán, Esteban González Pons o Guillermo Fernández Vara. Hasta Tomás Gómez tuvo uno, antes de desaparecer tras las elecciones del 22 de mayo. Se esfumó.

Un altavoz para vender

La mayoría posee cuenta, pero ¿cómo la utiliza? «Piensan que es un altavoz más para vender motos», dice José Antonio del Moral, de Allianzo, una empresa de ingeniería en redes sociales que elabora uno de los rankings de personas más influyentes en la red y al que llaman constantemente políticos para ser incluidos en las clasificaciones. Buscan un 'estatus electrónico', pendientes de listas y de coleccionar seguidores. «Piensan que tener más o menos gente que les siga puede valer como encuesta electoral, lo que resulta ridículo», admite Marc Vidal. No por ser más seguido es uno más escuchado. Para conseguir seguidores, basta con seguir a gente, es relativamente fácil. En la clasificación de Allianzo cuentan además el número de mensajes, enviados, el número de 'retweets' (las cantidad de personas que han difundido esos mensajes). En esa lista manda el lehendakari Patxi López, con 114.424 seguidores y un don especial para la fotografía. La imagen que tomó de Zapatero abandonando la sala del comité federal de finales de mayo en el que se convocaban las primarias pasará a la historia de las redes sociales por retratar en directo la pérdida de poder de un presidente.

Tiró la foto, la subió a Twitter y armó la polémica. En la imagen de Patxi López, Rodríguez Zapatero salía de la reunión del PSOE el 27 de mayo. El texto decía: «Buscando fórmulas para dar las mejores respuestas». Escenificaba el relevo del secretario general de los socialistas.

El último ranking de los políticos españoles más influyentes en la red social (mayo) estaba encabezado por Esperanza Aguirre (31.415 seguidores). Le siguen Cristina Cifuentes (de la Asamblea de Madrid), el líder de IU Cayo Lara, la diputada Elena Valenciano y los presidentes autonómicos José Antonio Griñán y Guillermo Fernández Vara.

La ministra de Sanidad tiene una cuenta en Twitter, pero nadie sabe para qué. De momento, Leire Pajín (@lpajin) tiene más de 3.800 seguidores, pero ella no sigue a nadie. De hecho, tampoco habla, porque no ha publicado aún ni un solo 'tweet'. No le sirve para decir ni para escuchar, pese a que la cuenta esté verificada (es ella).

Tuitear lo que se piensa es importante, pensar lo que se tuitea, más. El alcalde de Sevilla Juan Ignacio Zoido se ha visto como protagonista de una fuerte polémica después de que su equipo escribiera en un mensaje: «Puedes creerlo. Soy homófobo». Más tarde aclaró que quería decir: «No soy homófobo». Se olvidó una palabra.

Fue el primero en utilizar masivamente Twitter y Facebook, cuando basó gran parte de su ascenso a la Casa Blanca en las redes sociales. Es la imagen del presidente 2.0. El hombre más poderoso del mundo asegura que basará su siguiente campaña por la reelección en las redes. Dice que firmará personalmente algunos de sus mensajes.