Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
ESPAÑA

Casi cien fallecidos en la misión más controvertida de las Fuerzas Armadas

Accidentes, ataques con explosivos y tiroteos han dejado un largo reguero de sangre que ha afectado a la política española

CÉSAR CALVAR
MADRID.Actualizado:

El coste humano de la presencia de las Fuerzas Armadas en Afganistán va camino de alcanzar el centenar de muertos tras nueve años de misión en los que el nivel de compromiso de los gobiernos, primero del PP y luego del PSOE, ha tenido altibajos más por razones de conveniencia política -la relación con Estados Unidos- que por cuestiones estratégicas u operacionales. En este tiempo, a medida que se producían las bajas, las encuestas mostraban un aumento del escepticismo de la sociedad, que cada vez veía menos clara la necesidad de enviar soldados a una guerra lejana y que no reportaba al país beneficios visibles.

Los dos muertos ayer por la explosión de una mina en la Ruta Lithium al paso de una columna de blindados elevan a 96 las víctimas de la misión. El atentado adquiere una significación especial al producirse dos días después de que José Luis Rodríguez Zapatero anunciara el calendario de retirada, que se completará en 2014. Pero Afganistán hace mucho que se erigió en el teatro más mortífero para el Ejército: accidentes, ataques con explosivos y tiroteos han dejado un largo reguero de sangre que ha degradado la política española

Nunca una misión con tanto respaldo político -solo IU y BNG la rechazaron siempre- provocó tanta división: desde que José María Aznar enviara en 2002 a los primeros soldados a integrarse en la ISAF, el PSOE y el PP, desde el Gobierno o desde la oposición, utilizaron las sucesivas desgracias para atacarse. Lo hicieron los socialistas a cuenta de la gestión que hizo el PP del accidente del Yak-42, que costó la vida a 62 militares en 2003. Y el PP quiso devolver el golpe cuando en agosto de 2005 un helicóptero 'Cougar' se estrelló cerca de Herat y murieron sus 17 ocupantes

Ha habido también disputas terminológicas. La pasada legislatura, mientras caían soldados, los diputados discutían sobre si estaban en guerra o en misión humanitaria, o si merecían tal o cual medalla, cuyo color dependía de cómo considerase la misión el gobierno de turno.

Tras los asesinatos del domingo, la ministra Chacón insistió en que los militares seguirán en Afganistán «para que el país no vuelva a convertirse en refugio de grupos terroristas y para garantizar la seguridad del resto del mundo». Es la justificación que se dio para el despliegue inicial, pero en estos años han aumentado las voces que, desde el propio Gobierno o desde las Fuerzas Armadas, la cuestionan en privado. Cada vez hay más expertos que creen que Afganistán solo ha reportado a España una interlocución privilegiada ante algunos gobiernos y en determinados foros.

El alto mando militar ve un beneficio más: la misión ha servido para que las Fuerzas Armadas ensayen su capacidad de mantener a un contingente de 2.000 hombres a miles de kilómetros de casa, en un terreno muy parecido al que, con toda probabilidad, acogerá los próximos conflictos bélicos.