MILENIO

PEDIR LA CUENTA

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Los que nos enganchamos a los 'western' que producía la gran industria del cine norteamericano, allá por las décadas de los cincuenta, sesenta y sucesivas, imitábamos, inconscientemente, los gestos y la forma de hablar de aquellos personajes del 'far-west', según Hollywood. Días atrás, en un acto público al que asistía el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, y el nuevo alcalde sevillano, el juez Zoido, comprobé que el prócer Arenas esbozaba en su rostro muecas y arrastraba palabras como los personajes de aquellas películas. Al hablar el líder gaditano/sevillano tuerce la boca y chirria y chasquea adrede segundos sus palabras. Una especie, pues, en versión andaluza, de Gary Cooper, pero en bajito, o de Burt Lancaster, más vitalista que Cooper.

Lo cuento casi en un susurro y espero que el líder no se moleste en exceso. Si así fuera, sería rotundamente gratuito. Lo que desconozco es el efecto que provoca en la grey femenina que tanto revolotea entre los mandatarios políticos como si fueran cantantes de rock. Es decir, Arenas va de 'cow-boy' pero transportado a este presente angustioso de los 'rescates' de países de la UE que se quedaron sin tabaco y las calles del continente repletas de indignados.

Porque el juez Zoido es otra cosa y encarna centrado el papel de 'marshall' ya de vuelta de muchas peripecias y de detenciones de cuatreros. En cualquier caso, forman una pareja indisoluble. Arenas es mucho de ir en pareja en la cosa política; o sea, como los guardias civiles.

Siempre he conocido e interpretado a Arenas como un personaje, acompañado por un propio de su absoluta confianza que le cubra las espaldas. A fin de cuentas, ¿tanta diferencia hay entre el 'far-west' y la vida política de las grandes hecatombes económicas? Ya sucedió con Felipe González y Alfonso Guerra; el primero era el dueño del rancho y Guerra era el duro capataz que administraba la propiedad y sus relaciones de abastecimiento.

Pero todo está en revisión en estos tiempos confusos y crueles. El vaquero que se siente menospreciado por el líder de la propiedad ganadera solo tiene una salida cuando tropieza con el 'system': pedir la cuenta y ahogar en alcohol en el 'ok corral' más cercano.