Estación término
Actualizado:Hay muchos viajeros, pero aún no saben en qué andén van a encontrase. El punto de partida, donde se citaron puntalmente todos por medio de internet, fue el descontento, que siempre marca la hora de España por más que se averíen los relojes de la Historia. La rebelión de IU ha impedido al PSOE seguir arreglando las cosas a su manera en Extremadura. Allí nacieron los dioses en la época de la conquista. Según Pablo Neruda, que estaba convencido de que antes de la peluca y la casaca fueron los ríos y los cóndores inmóviles, eran unos personajes torvos que se lo llevaron todos, pero no todo. Les dejaron la palabra. Al parecer ya no se entiende nadie con ella. La evidente falta de ejemplaridad pública de la llamada clase política, que tiene muy poquita clase, es lo que más ha contribuido al trastorno. Los indignados son más que los instalados, lo que no es nuevo. La novedad consiste en que han llegado a ser más numerosos que los resignados.
Es sumamente difícil, en tiempos democráticos, donde por fortuna rige el número, no inquietarse por lo que se nos viene encima después de habernos echado a la espalda la realidad de nuestro país. Ahora resulta que los que no tienen trabajo proponen una huelga general. Quieren que un día no curre nadie además de ellos, lo que no deja de ser una forma de solidaridad. Lo que sucede es que quizá no sea la mejor para levantar un país. Tanto Comisiones Obreras como UGT han permanecido al margen. Cayo Lara pinta menos que las bases. El mapa del poder es un puzzle, o sea, un rompecabezas, pero de cabezas vacías que siguen jugando con todos aunque ni ellos mismos se diviertan.
El rescate de Grecia nos trae locos a todos. Papandreu tiene preparado su cóctel con la debida proporción de cicuta. Bastan una gotitas, según la sabia receta de Sócrates, pero los indignados quieren seguir viviendo. Se muestran pacíficos, salvo deshonrosas excepciones, y a lo único que aspiran es a vivir.