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Jesús Pascual se deja llevar por el péndulo, que no para de girar en una zona a las afueras de Logroño. :: DÍAZ URIEL
Sociedad

Una filosofía de vida

Aplica la radiestesia a la restauración de muebles, las viñas o las hortalizas. Jesús Pascual abre nuevos campos de investigación

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Jesús Pascual (Logroño, 57 años) se frota los brazos y se sacude las manos para expulsar algo de la radiación acumulada durante las casi tres horas compartidas con los reporteros de V. Está cansado, no tanto por nuestra incredulidad, que le ha complicado la demostración, sino por «todo lo que ha chupado mi cuerpo», esas energías telúricas, el constante manejo del péndulo y de los metales y lo que ya arrastraba del día anterior, tras recorrer una finca para buscar agua a un bilbaíno interesado en comprarla. Habla con fatiga y camina más torpe. Pero por fin hemos podido comprobar por nosotros mismos cómo se chocan las varillas cuando detectan una veta de agua, o cómo una de nuestras manos se desplaza más que la otra (con los brazos extendidos y en paralelo) al cruzar una cañería que conduce el agua a los habitantes de Logroño. El radiestesista riojano impresiona por su paciencia, por su forma pedagógica de explicar los fenómenos y por su sabiduría, compendio de estudios, conocimiento de la naturaleza y entrega sin límites a una afición de la que no puede desprenderse ni cuando va de vacaciones. Hasta en los hoteles coloca las camas a su manera, siempre con la cabecera al norte y hasta en los restaurantes, si una comida sabe rara, el péndulo le dirá si puede o no comerla. O sea que no sale de casa sin alguna de sus pequeñas joyas en el bolsillo.

Sus infinitas horas y años de práctica le recompensan: si se sube a una colina puede señalar la existencia de un manantial subterráneo a un kilómetro de distancia. «Con el varillaje que hoy tengo puedo hacerlo, porque lo he fabricado yo con diferentes metales». Aunque como principiante empezó a 'jugar' con las varillas de olivo, enseguida pasó a las de alambre que le iban bien, pero se topó con que el viento las movía y le despistaban. Así que optó por los péndulos. Primero los compró y después fue fabricándolos en función de sus necesidades. Y comprobó que como mejor funcionaban era cuando se mezclaban tres metales que prefiere no nombrar (celoso, como sus compañeros, de sus descubrimientos). Construyó varillas trimetales y péndulos y más péndulos para aplicarlos en distintos campos. Podría ser millonario, pero no. Aparte de con la empresa Perforaciones Merino, solo trabaja para quien se lo pide sin exigir nada a cambio. Y es consciente de las consecuencias para la salud. «Sobre todo por los dolores que podemos sentir si lo hacemos con mucha frecuencia. Nos perjudica a los huesos. Absorbes todo lo que hay en el terreno y eso es perjudicial, te cansas. Tú lo has visto, cuando trabajaba, tenía un cansancio natural.

- Si tú vas a buscar agua a algún lugar, tienes que tener una gran consonancia con la naturaleza.