DOCTOR IURIS

La batalla de Barcelona

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Era temprano, descorrí la cortina de la ventana de la casa de mis viejos y del banco y apareció una ciudad a la que ya estoy acostumbrado. La claridad del cielo empezaba a desplegarse y fui a la cocina a por un zumo de tomate. Junto a la mesa, un cenicero con restos de liados. Anudé mi palestino al cuello y bajé a la Plaza Catalunya. Aún no eran las siete pero ya comenzaba a concentrarse gente. Busqué el Ipod en el bolsillo de la chamarreta y me ajusté los auriculares. Le dí al play. Sonó de repente la voz cascada de Rage Against the Machine. La canción era apropiada, pero yo no lo sabía. Su nombre, 'Radio Guerrilla'. El disco, 'La Batalla de Los Ángeles'.

Encontré a unos colegas con los que había quedado, Puyol, Busquets y Piqué, y nos sentamos en el suelo, uniendo nuestras mochilas. Cantábamos canciones protestando contra el sistema que nos asfixia, que no nos deja trabajar con dignidad, plagado de corrupción y de prebendas, con una justicia ladrona y absurda y una Generalitat fascista y marxista (Yo soy troskista y anticapitalista, pero eso es lo de menos).

Aún no habían insultado a los diputados ni la gente sabía quién coño era Felip Puig. Los mossos d´Esquadra tomaban posiciones como sabiendo que hoy pasaría algo gordo. Había inquietud. De repente, una trifulca. Una voz aguardentosa sonó y rompió los cánticos de paz. Había acabado la paz. Sonaron disparos y las bolas rebotaron por los adoquines. La policía desenvainó las porras y comenzó la batalla. Mis amigos y yo unimos nuestros brazos en una cadena de tatuajes, pero Piqué tuvo miedo y huyó. Había mujeres jóvenes llorando, con el terror impreso en sus rostros. Algunos resistimos, con la palabra y el acto. Rastras al viento, se enfrentaron a los opresores pidiendo libertad de expresión, pero no sirvió de nada. Había que hacer algo, preservar nuestra buena imagen, alabada por la intelectualidad catalana.

Me levanté y cogí mi cámara de video. Unos infiltrados de la secreta esperaban apiñados en un soportal y me dirigí a ellos. Comencé a grabarles al tiempo que les solté un discurso, pero no me respondían. Intenté provocarles, pero no me miraban. Esperaban a los uniformados para ser escoltados. Quedaba poco tiempo. Un idea cruzó mi mente y grité con fuerza: «¡Han sido ellos, los infiltrados comenzaron la pelea para que pudieran dispersarnos!». La gente se volvió y me miró y los miró y comenzaron a increparles. No sabían dónde meterse. La cámara lo grabó todo. Luego, en casa, lo subí a Youtube y lo reenvié a mil correos, que lo reenviaron a un millón más. Había creado la Spanish Revolution, aunque soy separatista.

Entonces desperté y recordé que me llamo Josemari. Soy gaditano. Me levanté de la cama, oriné, y fui a la cocina por un zumo de tomate.