«Era como los personajes de sus libros»
Las cenizas del Nobel viajan hoy, al cumplirse un año de su muerte, de la isla del Atlántico que fue su casa a la ribera del Tajo que fue su cuna Pilar del Río Esposa de José Saramago
Actualizado:Un día como hoy cerraba los ojos por última vez José Saramago (1922-2010). Tenía 87 años. Se iba el Nobel, pero se quedaban sus historias y sus personajes inolvidables. El autor de 'Ensayo sobre la ceguera', en la que habla sin un solo punto y aparte (sello de la casa) sobre «la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron», estaba convencido de que en las páginas que escribía habitaban los seres que inventaba. Él era uno de ellos. Su esposa, que ruega a todos no la llamen viuda, dice a quien quiera emprender su búsqueda: «Estaba entero en su libros». Reflexiona así Pilar del Río, compañera, traductora y presidenta de la Fundación Saramago, en esta entrevista que pretende recordar al gran escritor que comprendió el mundo viendo a su abuelo despedirse de la vida abrazando los árboles de su huerto. Hacer memoria del hombre que luchó contra todo lo que creyó injusto y gozó de todo lo que creyó bueno.
-Un año ya sin Saramago. ¿Las efemérides encienden la tristeza?
-Reavivan la urgencia de hacer por dos, de militar con más fuerza en el humanismo en que él era y se movía.
-¿Tienen pensado recordarle de alguna manera especial?
-El sábado (hoy) colocaremos las cenizas de José bajo un olivo de su aldea natal, Azinhaga, frente a la casa de los Bicos y mirando al río Tajo. Tierra traída de Lanzarote cubrirán las cenizas. Con ellas depositaremos el libro 'Palabras para Saramago', que es una recopilación de artículos de opinión escritos en todo el mundo cuando él murió. Y habrá un banco junto al árbol para que las personas puedan sentarse, leer un poema, una página de un libro o simplemente mirar el río y ver los barcos que pasan, que era una ilusión que Saramago no pudo ver cumplida. Otros tendremos que verlos por él.
-¿Cuando le busca, dónde le encuentra, en sus libros o en sus lugares preferidos?
-En los cuadros que miraba, en la música que oía, en las noticias que, como intelectual, había anticipado, en las palabras hermosas que oigo, en el cariño de la gente, en las ferias del libro que, como la de Sevilla, le son dedicadas y en las personas que llevan sus libros bajo el brazo y a veces también en un clavel rojo... Encuentro a José Saramago en las librerías, en los estantes de las casas, en los carteles que están haciendo para recordar su muerte. También cuando me reúno con amigos, porque hablamos de él, de la falta que nos hace, de lo llenos que nos ha dejado de palabras, de ideas, de propuestas. Por eso, por estar tan llenos de la vida de Saramago se siente de forma tan arrasadora su vacío.
-Dicen que no ha parado de trabajar desde aquel 18 de junio y que el próximo año gracias a su esfuerzo verá la luz la novela en la que don José trabajaba.
-El próximo año saldrá, sí, la novela que dejó sin acabar, porque Saramago la estaba escribiendo, no porque yo haya trabajado. En este año he hecho lo que tenía que hacer como máxima responsable de la Fundación que lleva el nombre de José Saramago. Simplemente.
-¿Cómo se titulará? ¿Será, finalmente 'Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas'?
-Se titula así, como ese verso de Gil Vicente: 'Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas'. Y no puedo decir nada más que lo que Saramago dijo en público: que el asunto central era la fabricación de armas.
Otras dos obras
-¿Hay parte de usted en ese fruto final?
-No hay nada mío, eso no es posible, ni se nos pasa por la cabeza tocar el texto: verá la luz como lo dejó.
-¿Tiene pensado editar algún texto más que el escritor hubiera dejado en sus cajones? Hay quien piensa que lo que en vida no fue mostrado no debería salir nunca de la intimidad, ¿qué opina usted?
-Verán la luz en español las dos novelas de juventud, una que publicó en el año 1947 y otra inédita, que no le publicaron en su día, pero quisieron hacerlo cuarenta años después. José Saramago dejó dicho que no la quería ver en vida, que luego se hiciera lo correcto. Y lo correcto es publicar. En cuanto a papeles de otros autores, hay que distinguir entre el negocio, la pura especulación, y la urgencia de sacar a la luz obras maestras. Creo que nadie duda que hicieron bien no quemando las novelas que Kafka dijo que se destruyeran. Hay que saber leer entre líneas. Lo que no me gusta en absoluto es el mercadeo con papeles sueltos, con cartas personales que nada aportan, con notas que sí fueron desechadas por el autor.
-«Somos los ciudadanos los que debemos tener coraje, salir a la calle, gritar, desmantelar, construir. Ese era el proyecto de Saramago, pero también es el mío». Son sus palabras. ¿Serían usted y Saramago dos de los indignados?
-Hace años, en 2004, José Saramago publicó 'Ensayo sobre la lucidez', un libro donde se habla de democracia y de participación. No digo lo que sería hoy Saramago porque jamás me atrevería a interpretarlo, digo lo que él dijo: ante los abusos del poder, «no nos resignemos». Pero él decía que el poder, el que no conocemos, el que dirige de verdad los mecanismos económicos, actúa si se encuentra con ciudadanos apáticos e indiferentes. Él, José Saramago, se metía en el grupo y decía «no nos resignemos», seamos conscientes y participemos, aunque eso sea incómodo y exija un esfuerzo extra. En Sol, cuando cerró una manifestación contra la guerra de Irak, dijo «en el mundo hay dos grandes superpotencias, una es Estados Unidos, la otra eres tú». Y en ese tú cabemos todos.
-¿Qué opinan de ese movimiento ciudadano?
-Que ya era hora. Que la situación tenía que estallar y salió de la mejor manera, con gente dispuesta a cambiar. Hasta ahora hemos oído el ruido, pero estoy segura que se está generando una conciencia cívica distinta, que nos la van a exponer, que surgirán cuerpos de ideas y líderes capaces de dirigir el tiempo que viene. Hoy está la protesta, pero sé, confío, en que tras la protesta llegue la propuesta.
-Su casa de Lanzarote se abrió al público hace tres meses. ¿Quiere convertirla en lugar de peregrinaje para lectores de todo el mundo?
-Quiero que sea visitada por lectores, por ciudadanos que aprecien el valor de la creación. Y que vean que para escribir libros inteligentes y hermosos no se necesita nada más que voluntad, una mesa, una máquina, una silla. Y, claro, la inteligencia creadora. Las personas que pasan por la casa dicen que de ella se desprende ese espíritu.
-¿Está el escritor vivo entre sus paredes? ¿Le siente en sus lugares?
-Eso dicen quienes pasan por allí, que sienten que los cuadros y las paredes devuelven la mirada de quien los colocó.
-¿Cómo era el hombre que llevaba dentro el gran escritor?
-Sencillo, inteligente, audaz, con una gran sensibilidad, humano, bueno: como eran los personajes de sus libros. En Saramago no había diferencia en lo que escribía y en cómo era. Él entero está contenido en los libros que escribió.