Decana de vendedores de prensa
Joaquín Naranjo empezó vendiendo periódicos en un quiosco en la plaza Romero Martínez
Actualizado:Continuando con nuestro interés de traer a las páginas de LA VOZ a todos aquellos jerezanos que, debido a su trayectoria profesional, laboral o artística, han dejado una huella o marcado una época en nuestra ciudad, hoy queremos significar a la familia Naranjo, por ser pionera en el sector de los vendedores de prensa. Si mal no recuerdo, Joaquín Naranjo comenzó la venta de periódicos y revistas en un quiosco que tenía en la plaza Romero Martínez, adosado a la pared del edificio de Correos, cercano a la esquina de la calle Veracruz, frente, concretamente, al Teatro Villamarta.
Como aparece en nuestro reportaje gráfico, el primero (1946) fue uno pequeñito, que los crápulas y noctámbulos movían cada noche a placer, plantándolo en el centro de la plaza; para en 1949 tener otro mayor, algo más sólido, aunque también de madera e igualmente, adosado a la pared de Correos, en la que aún se conserva la toma de corriente, con la que se proveía de luz el pequeño negocio.
Pero fue en el año 1952 cuando se trasladó al sitio donde se encuentra hoy ubicado, lugar en el que el arquitecto Fernando de la Cuadra construyó los dos envíos eliminando la anterior rampa llamada La Escalerilla, bajo cuya mesetilla diseñó un pilón de ésos que se conservan en muchos pueblos y ciudades, algunos verdaderas obras de arte del siglo XVIII e incluso renacentistas. Pero éste nunca llegó a término y, con el sobre roto, el hueco quedó como sentina de escombros, donde la gente tiraba la basura y los borrachos vertían aguas.
Una vez conseguida la cesión y obtenido los debidos permisos, Joaquín Naranjo limpió el lugar, consolidó y pintó los paramentos y montó su negocio de venta de prensa, popularmente conocido como el de La Escalerilla, el primero y más antiguo de Jerez. Con el nuevo quiosco, la plaza cobró vida, no solo porque desapareció el hedor de la inmundicia, sino por la afluencia de público que acudía a diario a comprar los periódicos, sobre todo, los domingos y festivos, días en los que íbamos los niños a por el 'Tío Vivo', 'Pulgarcito' y demás cuentos como 'El Capitán Trueno', 'El Jabato', 'Roberto Alcázar y Pedrín', 'Hazañas bélicas'... Y nuestros padres por el 'Dígame', 'Garbo', 'Las 7 Fechas', 'España de Tánger' que se recibía a diario y otros como 'El caso' y, por supuesto, por el TBO -Totó, Beneján y Opisso- completaban la mayoría de la oferta en cuestión.
Joaquín Naranjo Guerrero nació en la calle Sol número 56, en la popular casa de Los Carros, muy cercana a la de Lola Flores, a quien conoció de niña.
Vivió años muy duros de la posguerra. Ya desde muy joven, vendía prensa y el TBO de forma ambulante. Solo fue unas pocas semanas al colegio, a aquellas casas particulares en las que a modo de escuelitas, un maestro daba clase a unos pocos niños.
Dadas sus inquietudes, Joaquín llegó a ser músico autodidacta -tocaba el acordeón- junto con unos pocos amigos, también músicos, formó una orquestina con la que tocaban en diferentes ferias y fiestas de nuestra provincia. La que denominaron Orquestina Naranjo.
Lector empedernido
Lector empedernido, no desaprovechó el acceso que tenía a los libros, por lo que dedicó buena parte de su vida a formarse intelectualmente, ya que, según decía, el conocimiento y la cultura nos hacía libres.
Joaquín vivió los años en los que en Jerez existía una gran diferencia de clases, por lo que la mayoría del pueblo pertenecía a una sociedad deprimida.
Dadas esas circunstancias, tuvo que trabajar muy duro, buscando cualquier actividad que le reportara unas pocas pesetas con las que subsistir. Una de ellas era la de coger una bicicleta y con una bacía y una navaja barbera pedalear por el camino de Espera, parando en cada rancho para ofrecer sus servicios de barbero y allí, sentados encima de una piedra o un pesebre, afeitaba a todo el que con semanas de barba acepta ser rasurado.
Durante los años que tuvo los primeros quioscos, en los que el principal negocio era cambiar mugrientas novelas por el módico precio de dos o tres perras gordas -20-30 céntimos-. Joaquín trabajaba durante toda la noche liando cigarrillos de picadura: primero a mano, para más tarde hacerlo con una rústica maquinilla que los liaba algo más rápidamente, pero, sobre todo, más homogéneos. Con aquellos mazos de cigarrillos, Joaquín Naranjo abría ilusionado su quiosco, porque, amén de la venta de unos pocos periódicos y los cambios de novelas, había añadido a su oferta la venta de cigarrillos de picadura de contrabando, cosa que hacía aumentar notablemente sus ingresos.
Fue un hombre enormemente inquieto y trabajador, al que le faltaban horas en el día para cumplir con todas las obligaciones y objetivos que tenía programados, ya que a todas ellas añadía cada atardecer la de ensayar con sus compañeros de la orquestina las canciones de moda que habrían de tocar los fines de semana, amenizando los bailes de cada pueblo en los que eran contratados.
Con la apertura del quiosco de La Escalerilla, Joaquín Naranjo centró sus fuerzas en rentabilizar la gran inversión que le supuso la nueva instalación, dedicándose de lleno a servir a su cada vez más numerosa clientela.
El negocio de Naranjo, con sus expositores atestados, llenó la plaza de colorido, como también de público. Había días, sobre todo los domingos, que en las horas punta la gente hacía cola para comprar las revistas y, por supuesto, la prensa nacional y extranjera, por lo que el negocio de Naranjo llegó a ser un referente, ya que lo que no había te lo hacía traer por encargo.
Sencillo
Hombre alto y fuerte, de carácter sobrio, tras su humanidad escondía a una persona sencilla y humilde, al que la batalla de la vida, lo había enseñado a crecerse ante las dificultades, pero cuando éstas eran verdaderamente adversas, él mismo reconocía: «¡Osú, ya me está saliendo a mí el naranjo agrio!».
Casó con Maruja Molina Villalba con la que tuvo un único hijo: Mario. Mario fue siempre su alegría y su esperanza, con el que tenía gran complicidad y afinidades; de hecho, ha sido su sucesor y, por tanto, quien regenta actualmente el negocio de La Escalerilla.
Mario Naranjo Molina nació en la calle Jorge Bocuce el 5 de febrero de 1954. Estudió el bachillerato en el colegio de La Salle en la Alameda de Cristina, para luego y, debido también a sus inquietudes adentrarse en el terreno de las bellas artes y la lengua inglesa, haciéndose un viajero empedernido. Durante el largo periplo por el mundo, tiempo durante el cual Mario se ha ausentado de Jerez, ha residido en países y ciudades tan dispares como Londres, Dublín, Copenhague, París y Nueva York, perfeccionando sus innatas facultades artísticas, en la que, llevado por un incuestionable espíritu creador, cultiva un tipo de pintura figurativa, en cuya vertiente geométrica compone auténticas obras de arte, las que por sus características compositivas y decorativas no deja a nadie impasible.
Como hombre de gran sensibilidad y don de gentes, Mario es un ameno conversador, que conoce como pocos el pulso de nuestra ciudad a la que quiere sobremanera, y con la que colabora ejerciendo de agente turístico o cicerone de nuestros visitantes, en una especie de embajador de Jerez en la céntrica plaza de Romero Martínez. No hay más que sentarse y tomarse con él un café para comprobar cómo con un extraordinario acento, conduce y ayuda a alcanzar sus destinos a todos los que se acercan, sean anglosajones o gabachos.
Mario está casado con Mercedes Blanco Catalán con la que tiene dos preciosas hijas, Paloma y Marina, ambas estudiantes de música en los conservatorios superiores de las universidades de Granada y Córdoba en la especialidad del bonito instrumento del oboe. Cuando Paloma y Marina regresan a Jerez, tocan en bandas cómo la del Maestro Álvarez Beigbeder, o en la de Ruiz-Mateos.