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Osas coraje

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Hora del almuerzo para los osos del parque de Cabárceno, en Cantabria. Los grandes esperan en pelotón detrás de la verja, apetentes pero en calma. Entra la camioneta de reparto y, a medida que los machos se sirven de la comida que arrojan los cuidadores, llega el turno de los más vulnerables. De peñas y laderas descienden hembras a las que siguen sus cachorros, diez pequeños peluches que no se despegan de ellas.

Había más, pero los osos dominantes han matado a varios oseznos en las últimas semanas y volverán a atacar. Las crías dependen del coraje y del instinto protector de sus madres. Los que tienen más posibilidades de sobrevivir son los hijos de cuatro osas muy bravas que mantienen a los machos alejados.

Las causas por las que los osos son tan agresivos con los cachorros son todavía objeto de estudio. No solo ocurre en la reserva de Cabárceno, la mayor de Europa. Pasa también en la vida salvaje. «El macho es capaz de identificar a la hembra a la que ha montado y, por tanto, reconoce a sus crías como propias. Lo que intenta es que el mayor número posible de ejemplares de la población tenga sus genes. Ese instinto de que prevalezca su genética hace que los machos ataquen a las crías que no son suyas», expone Santiago Borragán, jefe de los servicios veterinarios de Cabárceno.

Lo que no saben estos 'Herodes' es que hay muchas probabilidades de que los hijos que creen suyos no lo sean. Las osas son muy promiscuas y copulan con todos los machos que se cruzan en su camino. Aunque no tienen por qué dar explicaciones, tienen una razón para ser tan casquivanas: quieren que todos los osos de su territorio piensen que son los padres de sus hijos. «Los machos que las han cubierto interpretan que las crías son suyas y no las matan. Es una estrategia de supervivencia», indica Borragán.

Otras tesis apuntan a que el motivo por el que los machos matan a los oseznos es porque quieren adelantar el celo de la hembra, ya que durante el periodo de lactancia y crianza, de unos dos años, la madre no está disponible para aparearse. «Puede ser un factor más, pero lo que parece más claro, aunque nos manejemos con teorías, es el instinto de que sus genes pervivan», sopesa el veterinario.

La primavera que está a punto de dejar paso al verano estalló en Cabárceno con un 'boom' de oseznos que ha sorprendido a los propios responsables del parque. A principios de mayo, los cuidadores creyeron que solo había dos hembras con cachorros, pero poco a poco han salido de las oseras otras madres con sus camadas. Las osas paren en enero de una a cuatro crías, aunque lo más frecuente es que tengan un par de ellas.

La valentía en los genes

El equipo técnico del parque espera que esas madres resistan y que esta temporada puedan salir adelante entre cinco y seis oseznos. «Ese sería un buen porcentaje de reposición. Con una media de dos crías al año es suficiente para mantener una cifra de osos similar a la que tenemos hoy, unos setenta. Pero es bueno que este año haya habido ese 'boom', en parte, porque hay animales bastante viejos que morirán y, en parte, porque tenemos muchos machitos jóvenes que se harán adultos dominantes y, lógicamente, la presión sobre las hembras será superior», argumenta el veterinario.

Desde el mirador de los osos, es posible asistir estas semanas a escenas que rara vez se ven en la naturaleza. En la gran explanada rodeada de rocas modeladas por la erosión kárstica, las osas enseñan a sus hijos a conseguir alimentos, a trepar, a estar alerta, a pelear en juegos. Un auténtico recreo para la vista. Pero algunos visitantes han sido testigos de cómo ejemplares de potentes mandíbulas devoraban a las crías arrebatadas a sus madres. La vida en directo y sin censura. «La verdad es que solo hay un par de sitios en Europa en los que es posible observar todo el ciclo evolutivo de este plantígrado. Lugares en los que interaccionen machos, hembras y crías habrá un par de ellos: Cabárceno, una reserva de Alemania y para de contar», señala el jefe de veterinarios del parque cántabro.

Lo habitual es que los zoológicos, que manejan grupos pequeños, separen a los machos de las hembras en el momento del parto para evitar que ellos maten a las crías. Pero cuando los plantígrados viven en semilibertad, en un recinto como el de Cabárceno, de casi 40 hectáreas, la única posibilidad de que lleguen a ser aceptados en la colonia es que sobrevivan dentro de ella. Los 24 primeros meses son los más delicados. Superada esa frontera, el riesgo disminuye. Si se les apartara, el proceso de integración sería lento y muy costoso. Como muestra, el osezno huérfano 'Aragón', que tendrá que pasar años en un área de adaptación antes de incorporarse al espacio donde conviven los demás. 'Aragón' fue separado de su madre de forma violenta a los pocos días de nacer y cayó en manos de unos traficantes que fueron interceptados por la Guardia Civil de Zaragoza.