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La tentación del 'sexting' El congresista demócrata Anthony Weiner arruina su carrera, y posiblemente su matrimonio, por enviar desde su móvil fotos y mensajes 'calientes' a mujeres

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Arruine su vida en un solo 'click'. En las redes sociales se puede hacer de todo y de manera cómoda, hasta arrojar por la borda una carrera política y una vida familiar. A Anthony le ocurrió hace unos seis meses, cuando se supone que comenzó a flirtear con otras mujeres en las redes sociales. El 27 de mayo le calaron: tenía relaciones virtuales con seis damas y ninguna era su esposa, embarazada de doce semanas. Historias como esta jalonan los despachos de los abogados especialistas en divorcios cada semana y sus protagonistas no tienen que dar una rueda de prensa. Pero no todos son congresistas por Nueva York como Anthony Weiner, el hombre que estos días vive en la diana de los Estados Unidos por haber caído en las garras del 'sexting', abreviatura de sexo y 'texting' (mandar mensajes sms), un busca ruinas.

No se trata de una cuestión tecnológica. Más bien de sentido común. Si uno es de la plantilla de la Cámara de Representantes y se dedica a enviar a desconocidas fotos de sus pectorales por el móvil, se está buscando un lío sí o sí. Así, con unos correos por aquí, unas fotos por allá sepultó Weiner su carrera como promesa del Partido Demócrata y posible próximo alcalde de Nueva York. Tardó seis meses en meter la pata. Se cuenta que una fan de 26 años, estudiante de Texas le envió un mensaje por Twitter: 'You are so hot', que traducido resulta: «eres muy caliente». Y Weiner saltó. Le mandó una de sus mejores imágenes: un primer plano de sus 'slips' bien prietos con sus atributos en actitud amenazante.

Además de un tío caliente, podría ser un torpe de libro pues, en un terrible despiste subió a Twitter una de sus fotos. Antes de darse cuenta y retirarla, la habían visto todos sus contactos. Y se montó el lío. Arreciaron las críticas, las acusaciones de escándalo, los titulares en la prensa, y todo jaleado por la oposición republicana. En primera instancia, Weiner intentó escurrir el bulto y aseguró que él no tenía nada que ver con aquella zona púbica y que algún malvado había 'hackeado' su cuenta para urdir un escándalo en su contra.

Esta semana tuvo que bajarse los pantalones ante nuevas evidencias. El medio TMZ.com publicaba más fotografías, la evidencia de que lo suyo no fue una casualidad, sino un patrón de comportamiento. En esta ocasión aparecía más fondón, con una toalla cubriendo sus partes pudendas, el torso desnudo, en una mano la blackberry con la que hizo el fatal 'clic' y la otra en los genitales. Para rematar la historia, el ardiente congresista se había retratado, en el gimnasio del edificio Rayburn, de la Cámara de los Representantes.

Le llovieron las acusaciones por mentiroso y Weiner tuvo que confesar. Y lo hizo entre alguna lágrima en una multitudinaria rueda de prensa, con más ropa y más vergüenza, roto su orgullo de tigre del Twitter. Estaba avergonzado y pidió perdón por su actitud. Admitió que había tenido relaciones «inapropiadas» con seis mujeres en seis meses en diferentes relaciones sociales y se sumó a la larga lista de los pillados con el 'sexting', entre ellos varios políticos y personajes populares, como Tiger Woods o Tony Parker, al que un calentón telefónico le costó el matrimonio con Eva Longoria.

Clinton, padrino de boda

La confesión, en la que aseguró que no dimitiría, ha hecho saltar las alarmas de los demócratas, temerosos de que el escándalo les afecte electoralmente. Tampoco ha aparecido la mujer de Weiner. Ella no es cualquiera. Se llama Huma Abedin, está esperando un niño de Weiner, y es la mano derecha de Hillary Clinton, una de las cornudas más insignes de la historia de los EE UU. La propia Huma llegó a pedir consejo a Hillary, según los medios, dada la experiencia que acumula en este campo después de que su todavía marido, Bill Clinton, entonces presidente, tuviera más que palabras con la becaria Monica Lewinsky en el Despacho Oval en 1996. Aquel fue el gran escándalo y entre el asunto del vestido de Monica y las fotos en el gimnasio de Weiner se trazan algunas coincidencias, casuales todas. Ambas mujeres insultadas por las infidelidades son compañeras de partido y de trabajo. Cuando Lewinsky hizo sus prácticas en el despacho del presidente, Huma daba sus primeros pasos en la Casa Blanca. Para rematar la escena, Bill Clinton fue el padrino de la boda de Huma y Anthony. No les dio suerte.

Ahora, las salvedades. De momento no se ha demostrado que Weiner fuera físicamente infiel a su esposa. Y no ha incurrido en ningún delito, como sí hizo presuntamente el ex presidente del FMI, Dominique Strauss-Khan, actualmente acusado de atacar sexualmente a una camarera.

No importa. El asunto es suficiente como para encender las brasas de la polémica. Los analistas políticos están de acuerdo en que la carrera de Weiner hacia la alcaldía de Nueva York ha dado un sonoro gatillazo y varios grupos de opositores se manifiestan ante el despacho del fogoso legislador al que acusan de infiel, pervertido y mentiroso. La última de las acusaciones podría salirle la más cara.

Los propios de su partido le han pedido que dimita y la demócrata Nancy Pelosi, ex-presidenta del Congreso y líder de su grupo en esta cámara, le ha montado una comisión de investigación ética. Con todo, es posible que siga vivo políticamente después de que ayer la Casa Blanca le echara un capote. «El presidente cree que esto es una distracción de los asuntos importantes, como la economía y el empleo», ha declarado un portavoz. Weiner ha entonado más alto aún su 'mea culpa'. Sus representantes aseguran que se tomará unas semanas libres en el trabajo para ponerse en manos de un profesional. Para curarse vaya, como si los cuernos fueran cosa de medicina.