Sorpresa
PROFESOR Y ESCRITORActualizado:El pasado sábado se constituyó el nuevo Ayuntamiento de Medina Sidonia en nuestro flamante Teatro, espacio escénico donde, al dictado de los sabios vaticinios de don Paulino, también ha sabido encontrar su hueco este ya habitual espectáculo de la liturgia forense y donde el público que atestaba el recinto manifestó con ardor su apoyo al nuevo partido gobernante. Lugar y momento idóneos para sopesar y contrastar las opiniones de los múltiples sectores ciudadanos, adscritos o no a los diferentes frentes políticos, sobre el reciente resultado electoral.
Sin excepción, empero, del uno al otro extremo muestran su acuerdo en un aspecto. Todos los labios califican como sorprendente el resultado, tanto los que se resignan al amargor de la derrota como los que de muy distintas formas saborean el cambio como un triunfo. Exultantes los de IU, con su media sonrisa los peperos, resignados los andalucistas y, como no podía ser menos, lamiéndose las heridas los socialistas. Se esperaba una subida del partido que a la postre se ha hecho con la mayoría, pero nunca una victoria y, menos aún, tan aplastante.
Muy diferentes son ya las opiniones cuando se indaga sobre las causas de tan sorpresivo vuelco. Con respecto a IU se consigna su paciente y acertada labor de enganche de nuestra juventud a la acción política, durante sus muchos años de travesía del desierto con un par de concejales. Parece que ha sido ahí donde ha encontrado su más valioso filón de votos. La reacción del PSOE, siempre más confiada en esa fiel clientela suya que colma la balsa del desempleo, las listas del antiguo PER y los hogares de pensionistas, a la que muchos denominan como 'voto cautivo', ha sido, en este sentido, tardía y por eso mismo torpe. Cuando han caído en la cuenta de la existencia de la masa desesperanzada de los jóvenes, sus rivales de la izquierda le llevaban ya varios cuerpos de ventaja con la bandera de una nueva ilusión desplegada al frente.
Con todo, la causa de la derrota de los socialistas no sólo hay que buscarla en el buen hacer de sus oponentes, sino que también muchos la entienden como justo castigo por sus propios desvaríos. Para unos, los votantes han descargado sobre las espaldas de la anterior corporación los palos que no han podido darle sobre la suya a Zapatero, para otros, el grupo socialista local no ha hecho sino pagar el precio de gobernar dentro de un cada vez más estrecho círculo de hierro donde sólo encontraban refugio y comprensión los tenidos por leales correligionarios, por más que se tratara de los que de suyo acostumbran a arrimarse al calorcito que el propio poder desprende.
Frente a esta cerrazón política del 'conmigo o contra mí', en una estrategia defensiva que sólo consigue ir contrayendo el ya de por sí compacto núcleo duro, en ese enroque ciego que excluye, como enemiga, a toda voz discordante, poco efecto ha surtido en la ciudadanía el bombardeo gráfico electoral de las numerosas iniciativas y obras públicas que ciertamente ha llevado a cabo la anterior corporación, hasta cierto punto mimada por sus compañeros de partido en las instancias superiores provincial y autonómica. Si quieren volver a la arena dentro de cuatro años con cierta garantía de éxito lo primero será abandonar tanto el discurso derrotista que culpa de la debacle a la ingratitud del Pueblo, como el triunfalista de los ya viejos logros en los que volvió a centrar su discurso de despedida el regidor saliente.
La mayoría de los votantes del PP, por su parte, firmemente anclados en la seguridad de sus vidas privadas, han continuado con su tradicional táctica de mirar los toros desde la barrera. Precavidos para no embarrarse en una lucha política que sólo les puede ocasionar menoscabo personal y aferrados a la mentalidad ultramontana de considerar advenedizos a todo candidato que se preste a enarbolar sus siglas, los partidos de izquierda tienen aquí el triunfo asegurado, cuando menos hasta que surja un líder que ellos consideren legítimo vástago de sus entrañas. Buena parte de la mitad de sus asiduos votantes en las generales, y muchos de ellos así lo reconocen, arrimaron su ascua a la sardina de IU como forma, no sé si útil o perversa, de socavar la vieja muralla socialista. La agresiva intervención de su nuevo portavoz municipal contra el anterior primer edil, muy lejos de la cortesía parlamentaria, levantó la pústula de viejos odios y sufridas humillaciones.
A los andalucistas, que habían saltado al ruedo luciendo en su capote los remiendos de la ingenuidad y el oportunismo, no les queda otra que romper con humildad el boleto no premiado con el que aspiraban a convertirse, al menos, en llave de la alcaldía y obtener, gracias a ello, cierto protagonismo político.
Al nuevo alcalde y a su equipo, aparte de constatar su elegancia en el triunfo y el tono ecuánime de sus intervenciones, sólo podemos desearles suerte y darles ánimos porque desde este mismo momento es cuando, con el lastre añadido de su inexperiencia, comienzan verdaderamente a remar contra corriente. Rodeados de enemigos en un territorio ciertamente hostil, mucho es el trabajo que les queda por hacer y tarascadas que evitar. La primera y ardua labor será la de conocer y dar a conocer el verdadero calado de la deuda y el estado real de las finanzas municipales. Por el bien de nuestro pueblo esperamos que, tal como ellos mismos manifestaron, sepan abrirse al conjunto de la ciudadanía para que esas voces y ese aliento públicamente expresado continúen estando de su parte, ya que no es descabellado pensar que los de arriba, PP en Diputación, PSOE o quien gobierne dentro de un año en Andalucía, duden en emplear, como en otros tiempos no demasiado lejanos, la maniobra fácil del estrangulamiento político con el cierre del grifo monetario.