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Momento en el que se rompe uno de los varales del paso de la Virgen del Rocío | Foto: Javier Ceballos
Jerez

Jerez salió al encuentro de la Virgen

A las doce y cinco del mediodía el simpecado de la hermandad entró en la ermita del Rocío

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Será siempre lo que la Virgen quiera. Ni más ni menos. Lo que la Virgen quiera. Y Ella no ha querido, así de simple. Estaba todo preparado en Jerez, todo listo para la última salve de la hermandad de Jerez presidida por Felipe Morenés ante la Blanca Paloma fuera una realidad, y Ella no quiso. La historia real, que se partió un varal. Así de sencillo, que se partió un varal. Ni más ni menos. Algo que podría haber ocurrido el año pasado, o el anterior, o cualquier año, en un banquillazo de la Blanca Paloma contra el suelo durante su recorrido. La leyenda dirá que la Virgen no quería ver a Jerez este año por múltiples razones, cuando la realidad es tozuda, y bien distinta. El varal delantero se partió, se quebró cuando la patrona de Almonte visitaba a las camaristas. Hasta ahí todo había transcurrido de manera natural y normal, en un año en el que los agobios y los tumultos apenas se notaban, aportando tranquilidad al paso de la Virgen. Hay menos gente en el Rocío, y pese a que las calles de la Aldea rebosaban de fieles, lo cierto es que había mucho más espacio, más oportunidades que otros años para ver la Virgen de cerca con relativa tranquilidad.

Los almonteños saltaron la reja antes de las tres de la mañana, cuando el simpecado de la hermandad matriz de Almonte apenas si se veía por la explanada. Fue un salto limpio, premeditado, esperado. Algunas pequeñas incidencias dentro de la iglesia aceleraron el proceso, ya que el nerviosismo era patente entre todos los que cantaban sevillanas a la Virgen en las naves del santuario de la Blanca Paloma. Salió la Virgen entre palmas y vítores, y comenzó un recorrido que se antojaba triunfal y rápido, puesto que estaban anunciadas altas temperaturas para ayer.

Las previsiones se cumplieron, y la Blanca Paloma pasó a velocidad de vértigo por el lateral del Santuario y completó la mitad de su recorrido de la manera habitual. Pero una vez terminado el encuentro con sus camaristas, el varal delantero derecho se quebró, y el presidente de la hermandad matriz de Almonte decidió regresar a la ermita de manera urgente. La desazón inicial se convirtió en ilusión al comprobar que en la Aldea se estaba produciendo un hecho histórico.

Nadie recuerda que la Virgen haya tenido que regresar a casa de manera improvisada, y la hermandad matriz decidió, con buen criterio y con una rapidez inusitada, que serían las hermandades que no habían tenido la suerte de rezar su salve ante la Blanca Paloma las que acudieran al santuario cuando quisieran, sin límites de horario ni orden cronológico.

La hermandad de Jerez decidió esperar a que toda la expedición jerezana se enterara de la noticia, puesto que el percance ocurrió a las nueve menos diez de la mañana y con buen criterio decidió esperar hasta las diez y media de la mañana para encontrarse con la Blanca Paloma. A esa hora, una multitud se congregaba a los pies de la casa de hermandad de Jerez, y una hora y media más tarde, los vivas del sacerdote Francisco Jesús Fernández Alcedo resonaron atronadores en una ermita abarrotada. Concretamente a las doce y cinco del mediodía fue cuando el simpecado de Jerez estuvo en la ermita presidiendo una salve emocionada, que servía de despedida de la hermandad de la Aldea.

Un Rocío que comenzó diferente, y que ha terminado distinto, histórico... Porque la Virgen ha querido. Ahora sólo queda emprender el camino de vuelta por el Coto de Doñana, y soñar de nuevo con un encuentro con la Virgen reglamentario, donde todos los rocieros pueda devolverle a la Virgen todo lo que Ella, durante 365 días al año, hace por ellos. Es será el propósito de un Rocío que quedará, para siempre, marcado a fuego en el corazón de los rocieros que llenaron Almonte.