Editorial

Un vacío legal

Lo esencial es desarticular las redes que producen y comercian pornografía infantil

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Una sentencia del Tribunal Supremo en un caso de presunta posesión de pornografía infantil ha disparado todas las alarmas en los grupos policiales especializados en la persecución de esta clase de delitos, que actualmente proliferan en Internet: el alto tribunal ha revocado la condena a un sospechoso de pedofilia detenido en una de las más importantes redadas contra la pornografía de menores en la Red porque la Policía pudo probar que se descargó decenas de archivos pedófilos de extrema dureza, pero no que estuviera en «posesión» de ellos en el momento de su arresto. En definitiva, la nueva doctrina del Supremo establece que no es delito contemplar o descargarse esos archivos e incluso descargarlos si estos no se guardan por un tiempo mínimo en el disco duro, condición necesaria para que haya un ilícito penal de posesión. En este caso, la Policía llegó al individuo ahora absuelto a través de la pista de un vídeo de una menor que circulaba por la Red y al que se accedía mediante los conocidos programas de intercambio de archivos. En los ordenadores del detenido no se encontraron físicamente ni el archivo de la niña ni ningún otro de contenido pederasta; sin embargo, los especialistas de la Brigada de Investigación Tecnológica consiguieron recuperar la llamada 'huella informática' del vídeo, un vestigio que siempre queda en los ordenadores de los archivos descargados, aunque estos sean borrados. Pero el Supremo ha aplicado rigurosamente el artículo 189 del Código Penal, que castiga con hasta cinco años de cárcel la «posesión, producción, venta, distribución, difusión, exhibición, ofrecimiento o facilitación» del material pornográfico, pero no su descarga o visionado. Evidentemente, convendría reformar el Código Penal en este extremo para que la ley recupere todo su efecto disuasorio. Sin embargo, las fuerzas policiales han de tener presente que su objetivo principal sigue intacto: perseguir a los criminales que abusan de menores y los explotan para satisfacer los bajos instintos de los pederastas. Como en el narcotráfico, lo esencial es evitar la producción y desarticular las redes de quienes comercian con la salud y con la vida ajenas.