Artículos

Seductores de la izquierda

Semprún fue el arquetipo del intelectual atrayente por su cultura fronteriza y pasado de acción

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Con la desaparición de Jorge Semprún Maura se desvanece un hombre de otro tiempo; de cuando la Europa de entreguerras se entregó en cuerpo y alma al influjo de la revolución soviética como esperanza liberadora del hombre, y el socialismo se confundió con la libertad. Desaparece un aristócrata de la insurgencia, un burgués de la vanguardia del centralismo democrático comunista. Se va el último gran clandestino del antifranquismo y el más europeo de los 'mitterrandistas' españoles. Semprún fue también el arquetipo del seductor intelectual de izquierdas. Aquellos hombres cuya cultura fronteriza, don de lenguas, sugerente conversación y pasado de acción les situó en una órbita diferente a los pesados izquierdistas dogmáticos, sectarios, tajantes, despóticos y anticuados como los textos de Lenin. En España solo algunos catalanes de la izquierda de 'Bocaccio' como el inverosímil Manuel Vázquez Montalbán o los Portabella y Oriol Regás, encuadrados en la izquierda exquisita de la Cataluña burguesa, se aproximan algo al paradigma del que fue luego nuestro ministro de Cultura más internacional.

Semprún enlaza con toda una generación que se alimentaba de los textos editados por Ruedo Ibérico que alguien cargaba en una potrosa maleta en el ferrocarril Madrid-Irún y que a su paso por Hendaya, procedente de París, se convertía en un peligroso alijo subversivo. Con legiones de antifranquistas que buscaban el faro de la insurrección leyendo a Jean Paul Sartre y viendo films de Einsenstein; que perseguían el ideal en el Libro Rojo de Mao Tse Tung y en la biografía del Che. Pero Semprún vio la miseria del comunismo antes que muchos compañeros, quizás al tiempo que Albert Camús, y se quedó en aquella tierra francesa siempre acogedora y generosa con todos los que venían de la Resistencia fuera o no verdad. Y luego optó por el espacio de la literatura tan incorpóreo para las ideas políticas como el teatro o la pintura. El eterno ministro de Cultura de François Mitterrand, Jack Lang, se convirtió en el modelo a seguir y el arrebatador Yves Montand que recibía con Simone Signoret en su apartamento de la place du Dauphin a la vera de Notre Dame aportaba el irresistible hechizo de la aleación entre fama, dinero, belleza y comunismo.

El antifranquismo que viajó más allá de Perpiñan y se tomó algunos cafetitos en 'Flore' fascinado por el recuerdo de Boris Vian, Juliette Greco y Simone de Beauvoir luego derivó en una 'gauche divine' a la española bastante irresponsable y deslumbrada por el oropel de la margen izquierda del Sena montando conspiraciones de opereta en los restaurantes griegos de Saint Germain des Pres. La voz ronca y profunda de Semprún, lacónica, un poco misteriosa, cenando un día en Bilbao, se me quedó grabada como el instante en que más cerca sentí la seducción de la izquierda.