INDIGNADOS Y CONTENTOS
Actualizado: GuardarVolver a intervenir en el Gobierno de los asuntos públicos, cuando se augura que las cosas que han ido de mal a peor van a ir de peor a pésimas, tiene mucho mérito. Debemos hacerle justicia a estos compatriotas que se esfuerzan por hacer patria chica. Por algo se empieza y desde Móstoles a Zalamea los alcaldes españoles han venido fomentando la leyenda. Ahora la protesta de los 'indignados' se junta con la sonrisa de los ediles. Los cabreos y las promesas van por zonas y las paredes de los Ayuntamientos oyen, pero los disgustados no escuchan. Debemos confesar nuestra admiración, con límites, hacia los que están dispuestos, en un momento como el que vivimos, a enfrentarse con tareas así durante cuatro años.
Del mismo modo que volver a casarse, volver a gobernar un Ayuntamiento representa un triunfo de la esperanza sobre la experiencia. ¿Qué tendrá la política para que tanta gente se meta en ella sin saber cómo se sale? Para trabajar por el bien común, que consiste en evitar los males que nos afectan a todos, se requiere silencio y constancia, pero el Movimiento 15M está dificultando ambas cosas. En muchas ciudades españolas se ha prolongado su calendario. Piden, con más razón que un santo, incluso que Job, soluciones. ¿Qué más quisieran los nuevos alcaldes y los numerables ediles que poder atender a las peticiones? En casos extremos algunos han reclamado la intervención de la Policía, que ya se sabe que en éstos no suele practicar la virtud de la cortesía. Muchos campamentos han empezado a desmantelarse, pero no porque los acampados se hayan liado la manta a la cabeza, sino porque en verano, aunque refresque de noche, no hacen falta.
Lo que hace falta es trabajo. Si los 'indignados' tuvieran que hacer una jornada laboral, o bien prestaran sus servicios en la economía sumergida, no se hubieran colado en los plenos municipales para decir eso de «qué hay de lo mío». Lo suyo es ganarse la vida, en vez de mendigar de Casa Consistorial en Casa.