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Cámaras mortuorias

Se deja en manos de los ciudadanos el voto para que acepten o rechacen la cesta completa, sin que puedan descartar las piezas podridas

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A un diputado que se le ha ocurrido acercarse a los 'indignados' la Policía lo ha inflado a palos. Ha ocurrido ante las Cortes valencianas, y el tipo en cuestión se llama Juan Ponce, de 'Compromís'. Se le ocurrió salir del Parlamento autonómico para hablar con los manifestantes del 15M y en ese momento comenzó la carga policial. «Volaban las porras», ha declarado.

A veces la vida nos regala una anécdota que explica el momento como ninguna categoría. Parece como si una fuerza sobrenatural hubiera intuido que él también era enemigo. Ya en las ciudades medievales sabían que los de fuera de las murallas eran peligrosos, pero no más que quienes les abrían las puertas. Un representante del pueblo que se acerca al pueblo es un hombre que no está sordo. Y esto deja en muy mal lugar a sus colegas, porque pone de manifiesto que la dolencia no es congénita; que no es un no poder sino un no querer. Los acampados de Sol se marchan el domingo sin haber conseguido que los diputados los escuchen. Será por eso que en los últimos días han empezado a acercarse cada tarde al Congreso, para romper el cordón policial del sonido.

El gentío protesta y las cámaras solo devuelven eco. En las Cortes valencianas se sientan diez diputados implicados en casos de corrupción, incluido el presidente autonómico. Y la democracia ritual prosigue solemne, como si no pasara nada. Menos mal que un grupo de ciudadanos protestaba en la calle, para que al menos los tertulianos no puedan culpar a la ciudadanía. Estos son otros que no sé yo si nos representan. Las encuestas dicen que una mayoría abrumadora de los españoles apoya las reivindicaciones del 15M; y sin embargo, las exquisitas tertulias nos describen un ejército de pulgas, chinches y parásitos varios. Tal vez el preclaro Juan Cotino haya dado en el clavo aposentando el crucifijo en la mesa presidencial, para ahuyentar a las alimañas que se le acercan lentamente a chupar sangre.

No soy antipolítica, sino todo lo contrario. Pero precisamente porque creo en la democracia, me niego a aceptar que el sistema no disponga de mecanismos para impedir que un partido, por intereses particulares, incluya corruptos en sus listas. Se deja en manos de los ciudadanos el voto para que acepten o rechacen la cesta completa, sin que puedan descartar las piezas podridas, como hace una, sin ir más lejos, en la frutería. Es esta sensación de tener más libertad de elección ante los rodaballos que ante los diputados la que nos devuelve la imagen de unas cámaras con poco género fresco. Lo que vienen siendo cámaras mortuorias.