Erdogán quiere subir nota
El primer ministro turco busca en las urnas más apoyo para su proyecto
Actualizado:Turquía celebra hoy unas elecciones legislativas en las que una de sus pocas incógnitas será conocer con qué porcentaje gana el AKP, el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Recep Tayyip Erdogán. Tras una década en el poder, la formación islamista moderada del primer ministro mantiene su éxito avalada por una economía en ebullición y por haber conseguido poner al país en el mapa internacional. El margen de su victoria, sin embargo, será crucial, ya que de él dependerá el modelo futuro de la democracia otomana.
Erdogán quiere reformar la Constitución para convertir a Turquía en una república presidencialista al estilo estadounidense en la que el jefe del Estado disfrute de unos poderes mucho mayores de los que actualmente goza. Y no oculta, por supuesto, su ambición de ser él mismo quien lidere ese futuro modelo. Pero el primer ministro quiere alcanzar un triunfo lo suficientemente holgado como para poder hacerlo en solitario, sin tener que negociar compromisos con la oposición y sin necesidad de convocar un referéndum. Para ello necesita 367 escaños de los 550 que tiene el Parlamento, 36 más de los que ya consiguió en 2007.
La jornada electoral viene precedida de una campaña sucia y llena de golpes bajos, donde los ultraconservadores del MHP (Partido de Acción Nacionalista) han salido especialmente mal parados, con una decena de altos cargos dimitidos por escándalos sexuales extramatrimoniales que han sido aireados en la prensa. Su caída puede beneficiar al AKP, que en los últimos tiempos ha intentado cortejar a los votantes del MHP, con mensajes nacionalistas como que «no existe una cuestión kurda» o tildando de «terroristas» a los que apoyan al partido BDP.
Más ventajosa es la situación del principal grupo de la oposición, el CHP (Partido Republicano del Pueblo), de centroizquierda, al que las encuestas dan la posibilidad de aumentar su presencia en la Cámara Baja del 20,9% que consiguió en 2007 hasta el 30%. Gran parte de esa creciente popularidad se debe a su nuevo líder, Kemal Kiliçdaroglu, que sustituyó en 2010 a Deniz Baykal, exiliado de la política por otro escándalo sexual.
Kiliçdaroglu ha conseguido moderar el mensaje tradicional del partido -ultranacionalista y antieuropeo- y adaptarse al nuevo sentir de gran parte de la población turca, mucho más en sintonía con sus vecinos comunitarios desde que Erdogán inició reformas para integrarse en la Unión Europea. El CHP ha basado su campaña en la lucha contra la corrupción y el desempleo, que se encuentra por encima del 14%, y cuenta con atraer a una población urbana y laica, preocupada por el auge del conservadurismo moral en Turquía. Además, ha conseguido ampliar su espectro con algunos políticos de la derecha, por lo que se espera que mejore sus resultados de las últimas elecciones.
Los analistas ven complicado que ningún otro partido consiga entrar en el Parlamento debido a la necesidad de alcanzar el 10% de los votos para lograr escaño, lo que deja fuera a muchas formaciones pequeñas. Precisamente, la de la ley electoral es una de las reformas por las que la UE está presionando a Turquía, y de la que se han hecho eco partidos como el CHP, que promete cambiarla si gana las elecciones, un mensaje dirigido, sin duda, a los votantes de los partidos minoritarios.
Líder carismático
Pero Erdogán sigue siendo un líder carismático, que juega con la gran baza de la estabilidad social y financiera que se ha conseguido en la última década, y que el AKP ha convertido en lema central de su campaña: 'Que continúe la estabilidad, que Turquía crezca'. El país se ha convertido en una potencia económica y política en la región, cuyo PIB creció en 2010 en un 8,9% y donde se ha triplicado el número de centros comerciales y las ventas de turismos, por ejemplo, han aumentado en un 120%. Pero, advierten los analistas, la economía turca corre riesgo de recalentamiento ya que está basada principalmente en el consumo, que ha aumentado considerablemente el déficit comercial del país.
Lo mismo sucede con la política exterior del Gobierno Erdogán, que ha conseguido dar un mayor peso a Turquía en la escena internacional y confianza a los turcos. Mientras que ha promocionado activamente la candidatura para entrar en la UE, también ha sabido abrir los brazos a sus vecinos de Oriente Próximo, en una política que muchos tildan de «neotomanismo», y donde ha intentado posicionarse como mediador en los diversos conflictos de la región, aunque con resultados dispares.
Por el contrario, la popularidad de Erdogán se ha visto empañada en los últimos años por el autoritarismo que le achacan sus críticos, que ven en él a un líder que intenta siempre salirse con la suya. El AKP ha conseguido meter en el redil al Ejército en un país con un largo historial golpista y ha logrado aumentar su influencia en los órganos de justicia en detrimento del estamento militar.
La oposición considera, además, que la formación tiene una agenda islamista oculta que podría poner en marcha si suma la mayoría necesaria. La palabra la tienen los votantes.