Jerez enamora al Rocío en su presentación
La hermandad se plantó ante la Blanca Paloma a las tres y media de la tarde de ayer
Jerez Actualizado: GuardarJerez ya está en el Rocío. Ahora sí, la comitiva jerezana dejó atrás definitivamente el Coto de Doñana, y se presentó ante la Blanca Paloma con emociones contenidas y con júbilo desbordado. Ha sido larga la espera, y más en este año en el que el Rocío ha entrado tan tarde en el calendario. Ha finalizado la peregrinación a la Aldea, con el recuerdo siempre triste, siempre alegre, por los que ya no están. Han sido horas de caminar, horas de peregrinar en el que ha habido tiempo de acordarse de todo y de todos... Y eso incluye al padre Alexis, claro que sí.
Porque por encima de otras consideraciones, se le ha echado de menos, y justo es decirlo. Jerez ha agradecido al obispo diocesano el esfuerzo personal que ha realizado viniendo desde Jerez para la misa de Marismillas, así como para la del Cerro de los Ansares. Un esfuerzo que completó agarrándose a la carreta y andando un tramo con los peregrinos, pero que no ha compensado la escasa dirección espiritual que ha tenido la hermandad no sólo en la peregrinación, sino en los últimos meses. Y bueno sería que se pusiera remedio, y ya, a esta situación insostenible.
La hermandad de Jerez se olvidó de sus complejos, de sus efectivos de menos este año, de sus ausencias, y conquistó la Aldea del Rocío a base de alegría y compás, de bulerías y sevillanas. Así entró por Bellavista, y por Muñoz y Pavón, las calles donde Jerez se sabe hermosa y deseada, donde Jerez se regodea, haciendo de cada paso un suspiro antes de presentarse ante la Blanca Paloma. Allí le esperó, un año más, sus niñas del Pastorcito Divino, que previamente habían colaborado en embellecer la carreta del simpecado para su entrada en la Aldea. Fue en Manecorro, donde el equipo de priostía de la hermandad de Jerez ha convertido en norma cambiar las flores a la Virgen para que entre radiante en su encuentro con la Blanca Paloma. Una jornada maratoniana, que descubre de nuevo las ilusiones y los desvelos de un grupo humano que trabaja para engrandecer la devoción a la Virgen del Rocío en nuestra ciudad.
También esperaba la peña Malandar, siempre atentos, siempre amables, convirtiendo su casa en la casa de todos. También la peña del Sopetón, que en la esquina de las dos calles de Jerez desplegó una impresionante petalá y cantó hasta la extenuación a la Virgen del Rocío. Y la casa de Fernando Calderón, y el coro Al Alba... Todos, Jerez entero esperó a la hermandad y se unió a los peregrinos para andar, de manera simbólica, esos últimos metros antes de encontrarse con la Virgen del Rocío.
Los peregrinos recibieron la mayoría de los halagos y ánimos de los que acudieron a la Aldea a ver la presentación de Jerez. Tiene mérito hacer el camino andando, y más con Jerez. Por muchos motivos además. Primero, porque Jerez no tiene esa cultura del peregrino incrustada en sus genes todavía. Segundo, porque la propia hermandad está todavía buscando las mejores condiciones para ellos, sin terminar de contentar las necesidades que este dispositivo requiere. Tercero, porque el simpecado tirado por las bestias lleva un ritmo infernal a veces, que hace para muchos imposible ir agarrado a la carreta. Cuarto por la dureza del camino, y así podríamos seguir exponiendo razones para que cuando llegan los peregrinos agarrados al simpecado a la Aldea, Jerez les premie y les recompense el esfuerzo. Porque detrás de ese cansancio hay mil oraciones, mil peticiones escondidas. Detrás de ese esfuerzo hay fe y verdad, la única verdad que a veces somos capaces de ver en el camino del Rocío. Ellos son el corazón, el alma de la hermandad de Jerez cuando se lanza a caminar, y a ellos la hermandad debería cuidarlos más que a nadie.
Así se presentó Jerez, con esas credenciales. Y lo hizo envuelta en el júbilo y la alegría propios del final de una peregrinación. Resta ahora lo más importante, el encuentro personal con Ella. Resta la eucaristía de una del domingo, uno de los grandes privilegios que tiene Jerez y que a veces no es capaz de valorar, resta el rosario multitudinario del domingo por la noche, resta la salida de la Virgen, resta el encuentro de la Virgen con Jerez en su casa de hermandad, resta comienza r de nuevo a andar, porque la verdadera peregrinación termina cuando el simpecado vuelva el próximo jueves a casa, para volver a empezar a soñar.