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DIOS NO PROVEERÁ

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Llegó el gran momento. Que no es la conquista sino la gestión de la victoria, y el vacío que dejen los regímenes vencidos el día después. En Irak se fracasó por la destrucción de las instituciones, además de por acabar con la vida de miles de jóvenes, imprescindibles para sacar al país de su marasmo de miseria. Lo que sucede con Gadafi y El-Asad es parecido al individuo que se ahoga y, en su ansia por sobrevivir, ahoga a quien pretende salvarlo. El régimen de los sátrapas toca a su fin, solo busca eludir un destino como el de Mubarak. Al expresidente egipcio le espera un juicio que puede decidir su ejecución.

Tanto en el país de los faraones como en Túnez las economías no se tienen en pie. Continúa la misma ausencia de oportunidades y la desigualdad del estadio anterior a las revueltas. Para el enviado de 'The New York Times', la gente habla de hacer otra revolución, ahora contra el hambre. La represión o la guerra ahuyentaron la inversión y acabaron con la industria del turismo en una región donde los problemas activaron una generación clave en el éxito de las sucesivas revoluciones.

La noticia ayer era el éxodo de miles de sirios ante la entrada a sangre y fuego en las ciudades de las tropas del régimen. El fiscal de la Corte Penal Internacional de La Haya dice tener evidencia de que Gadafi utiliza la violación de mujeres como arma de guerra, e incluso que provee de viagra a las tropas. Lo que aumenta la determinación de los aliados de acabar con él, pero indica que el país quedará maltrecho. La carne de cañón necesitará un sofá de psiquiatra. Aunque el proyecto de reconstrucción se encuentra en estado más que embrionario, Obama ha persuadido a sus socios para impulsar un 'plan Marshall' como ayuda a la democracia de países con vocación de aliado de Occidente. El empuje incluiría el perdón de sus deudas y préstamos del Banco Mundial y del FMI.

En este amanecer zombi de los nuevos ciudadanos, la única pregunta sin respuesta es: ¿Qué hay de lo mío? La revolución de ayer inspira hoy demandas de trabajo y sueldos más altos. Un 'déjà vu' que me hace temer que, si no lo remediamos, Dios no proveerá.