Economia

INCAPAZ

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Ayer, mientras el Banco Central Europeo nos hacía la enésima recomendación para flexibilizar el mercado laboral, el Gobierno aprobaba una reforma de la negociación colectiva condenada al fracaso, si es que tal fuera su objetivo. Pero vayamos al principio. Tras el batacazo electoral sufrido, Zapatero decidió prolongar la agonía de su Gobierno con el fin de completar el paquete de medidas que exige la recuperación económica del país. Pues bien, la primera en la frente. Ya sabíamos que sus buenas intenciones quedaban comprometidas por la presión de sus propios compañeros de partido. Él se va pero ellos se quedan y, lógicamente, no desean enfadar más a sus eventuales votantes.

Esa condición ha terminado por alumbrar la reforma incapaz que nos presentaron ayer. Incapaz de flexibilizar las relaciones laborales e incapaz de flexibilizar los costes laborales. Incapaz de crear empleo, porque será incapaz de disipar el «pánico a contratar» que sienten los empresarios, según describía esta misma semana el presidente de la CEOE. El Ministro de Trabajo nos había anunciado una reforma «prudente y tranquila». Se quedó corto. Más que prudente es timorata y más que tranquila es inerte.

Había tres temas principales sobre el tapete que cubría la mesa alrededor de la cual debatieron sin éxito sindicatos y empresarios: Uno, la ultraactividad de los convenios, que permite prolongar el existente mientras no se llega a un acuerdo sobre el nuevo y que proporciona un arma terrible a los sindicatos al poder negociar con la red de los derechos adquiridos. Dos, flexibilizar una organización del trabajo cuya rigidez actual impide a las empresas acomodarse a los vaivenes de la coyuntura. Tres, la aproximación de los convenios al ámbito propio de la empresa. Bueno, pues salvo en este último tema, en donde se certifica la defunción de los convenios provinciales, los avances propuestos son mínimos. La flexibilización del 5% del tiempo de trabajo es mejor que el cero actual, pero mucho peor que lo necesario y la ultraactividad se mantiene enmarañada en una madeja que siempre termina en procesos de acuerdo imposibles de lograr cuando una parte se opone.

Zapatero es capaz de aguantar la presión externa, pero acaba de demostrar que no puede con la interna y prefiere dejar el «muerto» al próximo Gobierno. Desde un punto de vista partidista es lógico; pero para el país y para sus necesidades, es una catástrofe. Si esta decisión marca la tendencia de lo que será su actuación hasta las elecciones estamos listos. Para no hacer nada, mejor que se vaya. Ya.