Editorial

Cameron y Clegg miran al frente

INVESTIGADOR Y AUTOR DE AUTOR DE 'CAMERON. TRAS LA SENDA DE CHURCHILL Y THATCHER' Actualizado: Guardar
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El pasado 5 de mayo David Cameron afrontaba de forma exitosa su primera prueba ante las urnas con motivo del referéndum para la reforma del sistema electoral. La derrota en el mismo de la postura de su socio de gobierno, y principal adalid de la consulta, allana el camino para la gobernabilidad del país a los 'tories'. Asimismo, ha quedado demostrado que los liberales-demócratas son el 'junior partner' de la coalición.

Acaba de cumplirse un año de la victoria del Partido Conservador en las elecciones británicas y del posterior acuerdo de gobierno ('Coalition Agreement') con los liberales-demócratas. Muy poco tiene que ver el actual panorama político con el de entonces. Sin embargo, los dos grandes protagonistas, Cameron y Clegg, están dispuestos a seguir adelante con su 'matrimonio de conveniencia'.

En efecto, han sido muchas las voces que dentro del Partido Liberal se han alzado contra las formas con que los 'tories' encararon el referéndum del cinco de mayo. Sin embargo, quienes así argumentan, olvidan dos puntos interrelacionados: el primero, que los conservadores simplemente se comprometieron a celebrar la votación, siendo su gran cesión para que hubiera pacto; el segundo, que en todo momento apostaron por el 'no'. Es ahí donde no han escatimado esfuerzos, incluyendo dar cabida en sus plataformas a figuras insignes del 'viejo laborismo', entendiendo por este el que representaba Tony Blair, como Margaret Beckett o John Reid.

El resultado es que el 70% ha respaldado su postura, lo que hace que David Cameron se encuentre en el momento de mayor fortaleza de su aún corto mandato. Su reacción ha sido reiterar que el pacto de gobierno debe seguir adelante, sin cuestionar en ningún momento que su socio pudiera romperlo. Para el primer ministro reactivar la economía es el objetivo fundamental.

Tras los adversos resultados del cinco de mayo, Nick Clegg ha tenido una reacción digna de un político que evita el cortoplacismo. A tal efecto, en su reflexión ha enlazado dos puntos. Por un lado, insistió en que las medidas económicas impopulares (pero necesarias) adoptadas fueron las correctas debido al legado económico de Gordon Brown. Por otro, recalcó que, cuando pactó con los 'tories', puso en primer lugar el interés nacional y no los intereses partidistas.

Esta argumentación de Clegg le ha convertido en una suerte de 'verso suelto' en su partido. Ha vociferado menos que otros compañeros, como Vincen Cable, pero su análisis ha tenido más sustancia y realismo. Obrar de un modo visceral rompiendo el pacto, como le pedían las bases, hubiera dado lugar a elecciones y ahí los liberales habrían sido barridos. El propio Clegg fue claro cuando afirmó «yo tengo un partido con 57 diputados sobre 650. Yo no puedo actuar como si hubiera ganado por mayoría absoluta. Para sacar adelante todas nuestras políticas, necesitamos una mayoría liberal demócrata en el gobierno, lo cual no ha ocurrido».

Asimismo, Nick Clegg hizo otra reflexión que no debe perderse de vista: su crítica al Laborismo. Ed Miliband mostró una postura ambiguamente interesada con motivo de esta consulta puesto que, aunque él apostaba por el 'sí', renunció deliberadamente a tomar parte con los liberales en diferentes plataformas. Conocidos los resultados, criticó sin piedad a los socios de Cameron, mostrando así que había empleado la consulta de mayo como un experimento de cara a las aún lejanas elecciones generales.

Nick Clegg ha sido consciente del oportunismo post-electoral de Miliband y en su respuesta, ha proferido críticas que han trascendido en el tiempo, pues afectaron a los años de Blair ya que, bajo su punto de vista, entre 1997-2010 el 'Labour Party', pese a tener la mayoría absoluta, fue incapaz de crear una alianza progresista.

En este cruce de reproches, ha pasado desapercibido un hecho que se antoja capital para el futuro constitucional británico como fue el triunfo por mayoría del 'Scottish National Party' (SNP) en las autonómicas de Escocia. Esta formación apuesta por la independencia para lo cual tiene previsto efectuar un referendo, aunque no está clara la fecha del mismo por una razón de lógica política: solo un 30% de los escoceses quieren la separación.

Ahí es donde los tres grandes partidos unionistas (laboristas, conservadores y liberales) tienen un reto en el corto plazo. Todos ellos han sufrido importantes pérdidas en Escocia. Como dato que ilustra esta tesis, sus líderes Anabel Goldie ('tory'), Iain Gray ('labour') y Travish Scott (liberales) presentaron la dimisión tras la debacle.

David Cameron ha sido quien primero ha reaccionado ante la embestida del nacionalismo escocés. Ha afirmado que no pondrá trabas a la celebración del referéndum con lo que la pelota está en el tejado del SNP. La postura del primer ministro británico no ha sido ni pragmática ni relativista sino reformista. En efecto, durante los años en la oposición, su partido tomó parte en la Comisión Callman para la reforma constitucional (como también lo hicieron laboristas y liberales pero no los nacionalistas) la cual, en su informe final, apostó por dotar de mayor nivel de competencias al gobierno de Escocia. Esta puede ser la respuesta a una política de máximos como la planteada por el SNP. Asimismo, puede sentar las bases para que los 'tories' vuelvan a ser un 'One Nation Party'.