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MERODEAN LOS GALLINAZOS

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Nadie sabe cuándo colapsará el régimen de Gadafi, pero los principales actores nos hemos reunido ya para tratar de la reconstrucción libia. Se me ha dado mal siempre entender que haya que destruir y/o aniquilar para luego construir y/o devolver la vida, aunque otros afirmen que es una ley natural del mercado. Como debe serlo, en general, encargar a desalmados o pícaros que lo hagan sobre un montón de muertos resignados. De modo que, presumiblemente, asistiremos al fiasco de Irak y Afganistán. Habremos deshecho todo lo que hicimos, después de convencer a los musulmanes de que somos de fiar y nos gusta más la libertad que el dinero.

Los militares dicen que el Ejército del coronel ha perdido la iniciativa. Preocupa el día después con sus retos humanitarios y la seguridad, incluida la de aquellos que resulten vencidos. Bruselas parece poco entusiasta de que sea la OTAN la que lidere la posguerra y su negocio. Conoce la nefasta experiencia de guerras americanas anteriores, que supusieron la ocupación militar y la prolongación de los conflictos hasta el agotamiento.

A Gadafi se le ha visto más entero, o más consciente de su fatal destino. Su canto de cisne promete que permanecerá en el país vivo o muerto, un rasgo muy de capitán cuyo barco se hunde. Asegura que morir mártir es mil veces mejor que entregarse, la manera peculiar como los sátrapas entienden su paso al paraíso, siempre solemne y con gran acompañamiento de pesebreros e ignorantes, seducidos por su visionaria locuacidad. Rusia y China se esfuerzan por que el conflicto acabe. Los chinos están en Pekín y un enviado especial ruso media ante los rebeldes. Merodean los gallinazos.

La información desde Trípoli es insuficiente y capciosa. Y los colegas se quejan de que se les venda gato por liebre. Refieren películas dignas del mejor Berlanga: Domingo por la noche. Los periodistas son trasladados a un hospital de Trípoli. Sobre una cama se halla una niña, inconsciente, que no ha cumplido el año. Una de las personas que a su cuidado dice ser la madre y otra es presentada como «su tío». Resulta que el tío de la niña admite ser empleado del Gobierno, y un miembro del hospital pasa un papel donde se ha escrito a mano que la niña, en realidad, ha sufrido un accidente de tráfico.

Va a ser verdad que cada uno es mentiroso a su modo y solo es sincero el que no es descubierto.