Vuelta de Hoja

Siguen las pesquisas

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Hay varias pistas de la bacteria E. Coli, pero los científicos están bastante despistados. Ha vuelto a perderse en el inesperado y vergonzoso caos alemán. Primero le echaron la culpa a los pepinos españoles, que jamás habían sufrido en los mercados disfunción eréctil. Luego dijeron que el misterioso asesino era la soja, quizá porque su nombre suena a cupletista. No saben dónde anda la bacteria, pero se sabe que su gestión ha sido desastrosa. Le ha faltado información y coordinación, pero le han sobrado conjeturas.

Los laboratorios han desmentido a los políticos, ya que unos buscan la verdad y los otros mienten más que hablan. Ahora, mientras se discute el precio de la indemnización, continúan las investigaciones.

Así como no hay crímenes perfectos, sino policías defectuosos, deberíamos reconocer que desconocemos donde residen muchos malhechores de nuestra salud y por lo tanto no es fácil detenerlos y ponerlos a buen recaudo. Cuando pase algún siglo que otro, los que vivan se asombrarán de que muriese tanta gente de enfermedades que en el futuro se considerarán benignas. Para los nietos de nuestros nietos se comprobará que el ser humano estaba diseñado para vivir unos 140 años o cosa así, más o menos. Una pesadez. Para darse cuenta de qué va esta película no es necesario pasar tanto tiempo en un cine de sesión continua. Sobre todo cuando no se sabe dónde se ha metido el acomodador.

Un científico español eminente, Santiago Grisolía, cree que Alemania se ha equivocado en sus investigaciones y se empeña en buscar a la jodida bacteria donde no está. En su docta opción hay que husmear en la carne, no en el pescado, ni en las legumbres. El peligro no está en las verdulerías sino en los mataderos y la falta de higiene lo multiplica. «La gente no se lava las manos las veces necesarias». Un desastre. Con lo cerca que las tenemos todos y con lo que se ayudan la una a la otra. Siempre están dispuestas a echarse una mano.