mar adentro

La chaqueta de Cádiz

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Aquellos mismos juligans del socialismo gaditano que presumían de haber desfilado con Carlos Díaz y Fermín del Moral en el Batallón Infantil, no más cambiar el Gobierno de la Plaza de San Juan de Dios, se aprestaron a pregonar que habían estado engordando con miguitas de pan a las gaviotas del PP y que si no nos acordábamos del día en que estaban en el muelle cuando Teófila Martínez volvió de Caracas y que incluso le ayudaron a bajar del barco el baúl de la Piquer.

Así que nadie se extrañe de que ahora, por los pasillos de Diputación, le llamen Pepe a José Loaiza o se peleen por pagar la convidada del desayuno a los funcionarios peperos que antes tenían que distraerse las tostadas con la amena lectura de LA VOZ. Seguro que nunca se consideró Mercedes Colombo tan buena chirigotera como desde el 22 de mayo a esta parte, cuando seguramente le estén recordando a cada paso lo bien que estuvo el último año en la Cruz Verde, aunque no hubiera salido el último año ni hubiese pisado la plaza.

Esa misma hinchada que jaleaba en Jerez a Miguel Primo de Rivera, le dio un barniz blanquiverde con Pedro Pacheco y se aprestó a sacar a hombros a Pilar Sánchez. A partir del sábado, a la última alcaldesa ya no le preguntarán ni por Paco Cabañas y los mismos que la criticaban por haber cargado el Ayuntamiento de asesores le pedirán a María José García Pelayo que a ver si puede contratar a sus hijos aunque no haya dinero para pagarles la nómina.

Capital de la ojana, provincia mayor de las palmaditas en la espalda: aquellos que se le echaban al cuello a María de la O Jiménez, a Rafael Román y a Marta Meléndez seguramente digan ahora lo buen portavoz de la oposición que será Chiqui Pérez Peralta en la Diputación. Seguro que en Algeciras no faltarán quienes fueran a los salesianos con José Ignacio Landaluce.

Esto será a lo que le llaman fin de ciclo. Es decir, dejaremos de hacerle la rosca a los sociatas para hacérsela definitivamente a los conservadores. De rector a rector y toco porque me toca en la Universidad de Cádiz. Ayer íbamos a hacer la revolución y hoy haremos una novena. De la trenka al polo de Tommy Hilfigher, hay un largo camino de pleitesías y dioslesguarde. Algo ha cambiado, sin embargo. Hace años, la picaresca de la supervivencia gaditana se inclinaba a besar la mano de los señoritos de Jerez. Ahora, a los nuevos marqueses de la cosa pública, basta tan solo con decirles: ‘Que conste que yo os llevo votando desde el 95. Así que ya me podéis ir buscando una paguita, que la cosa está muy mala’.

La chaqueta de Cádiz es impermeable. Pero de vuelta y vuelta. Poco hecha, como la carne de las barbacoas que nos ha quitado la bandera azul.