Sociedad

La tiranía del oftalmólogo

Bashar es médico y su esposa Asma, una economista británica. Parecen educados, cultos y agradables, pero dirigen con mano dura un régimen despiadado

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las revueltas árabes nos han permitido descubrir que los tiranos forman una cuadrilla muy variopinta. Por las pantallas de nuestros televisores han ido desfilando, casi en orden cronológico, oscuros policías cleptómanos (Ben Ali), militares tristes y decrépitos (Mubarak), pintorescos y sanguinarios fantoches (Gadafi)... Pero nos faltaba un tipo como Bashar Al Asad. El dictador más extraño de todos.

Cuando los mandatarios extranjeros llegan a Damasco, en seguida caen seducidos por él. Es un hombre alto, tímido y de grata conversación, que viste trajes impecables, habla inglés con fluidez y jamás alza la voz. Bashar estudió Medicina en la Universidad de Damasco, cursó la especialidad de Oftalmología y siguió un posgrado en el Reino Unido. En Londres conoció a Asma Fahwaz, una británica guapa, inteligente y elegante, de ascendencia siria, que en el año 2000 se convirtió en su mujer. Antes de desposarse con Bashar, Asma estudió en el prestigioso Queen's College y se graduó en Económicas, Francés, Informática y Matemáticas. Luego trabajó para el Deutsche Bank y acabó en la banca J.P. Morgan. Después de observarles atentamente y tras analizar sus currículos, cabe hacerse una pregunta: ¿cómo alguien así llega a convertirse en un tirano despiadado?

Quizá el propio Bashar se haya planteado esta misma cuestión en los últimos meses. Hijo de Hafez Al Asad, dictador de Siria de 1971 a 2000, su padre tenía otros planes para él. Si todo hubiera salido como el viejo Hafez pensó, Bashar sería hoy un reputado oftalmólogo con consulta abierta en Londres o Nueva York. Su hermano Basil, dos años mayor, militar de carrera y jefe de los servicios de seguridad, se ocuparía de gobernar el país. Pero en 1994, Basil cogió su Mercedes a altas horas de la madrugada y se estrelló a toda pastilla contra una rotonda en la carrera que une Damasco con su aeropuerto. Murió al instante.

República hereditaria

Reclamado por su padre, Bashar se olvidó de las córneas, se metió en el Ejército sirio y asumió la presidencia cuando Hafez murió. El país del Éufrates consiguió así convertirse en el primer ejemplo de república hereditaria, una ambición que luego han perseguido -sin éxito- Gadafi, Mubarak o Saleh. ¿Por qué triunfaron los Asad? «Principalmente, por dos razones -explica Ignacio Álvarez-Ossorio-: el absoluto control del país por parte de la familia gobernante y la ausencia de una oposición política estructurada debido a años de persecución».

Al principio, Bashar prometió reformas. Y el mundo entero quiso creerle. ¡Tenía una imagen tan impoluta! Pero la llamada primavera siria acabó en un otoño de represión y barbarie. «Cuando vio que la población no se conformaba con reformas cosméticas, dio carpetazo -indica Álvarez-Ossorio-. Pero sí impulsó una liberalización económica que permitió que las personas de su entorno se enriquecieran de manera escandalosa mientras la pobreza se extendía en el país».

Bashar Al Asad no parece tener enmienda. Y si quisiera cambiar, su familia no se lo consentiría tan fácilmente. «El clan toma las decisiones de manera concertada», advierte Álvarez-Ossorio. Su hermano Maher dirige la temible policía secreta y sus primos controlan el Ejército.