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Editorial

La incógnita de Humala

El nuevo presidente de Perú deberá concretar si está más cerca de Lula que de Chávez

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Aunque por estrecho margen y contra lo esperado en las encuestas Ollanta Humala ganó la elección presidencial del domingo en Perú contra Keiko Fujimori. La hija del expresidente, tras dar la sorpresa en la primera vuelta, había concitado un respaldo impresionante, reunido muchos apoyos, incluidos los de ciertos candidatos de peso descartados entonces y se había situado como favorita, aunque siempre en un contexto de empate técnico. La jornada fue seguida con expectación porque en América Latina, donde la grave crisis económica y financiera internacional se deja sentir solo lateralmente y no compromete el fuerte crecimiento económico, la experimentación político-económica aún ofrece ejemplos notables y en algunos casos deplorables y ha cambiado la orientación de los gobiernos, siempre elegidos libremente, en Bolivia, Ecuador, Chile, Uruguay y Venezuela, y en casos menores en América Central. Sabedor de la alarma que suscitó inicialmente su programa, tildado de irrealista y de confrontación, aceptó moderarlo, redefinirlo incluso y en explícitas declaraciones se ha comprometido con la libertad de empresa y comercio, la propiedad privada y los compromisos internacionales. Su programa, teñido hace tiempo de menciones arcaizantes e imposibles de compatibilizar con las exigencias de la economía global y abierta, asumió un compromiso claro con la prosecución del intenso auge económico y también contra la exclusión social. Ollanta, ha pedido el fin rápido de la crispación que se dejó sentir fuertemente en algunos momentos de la dura campaña, y reiterado que gestionará la economía con las herramientas disponibles y convencionales, las que provee la realidad y han ayudado al progreso del país. Además tuvo buen cuidado de separarse de toda influencia o padrinazgo del otrora admirado Hugo Chávez quien, a su vez, se hizo casi invisible. Así, con un baño de realismo que podrá concretar si recurre a personalidades del sector liberal dispuestas a entrar en su gobierno y con el precedente del Brasil de Lula en la cabeza, el vencedor parece resuelto a abordar su tarea con un temple reformista por fortuna alejado de todo experimentalismo suicida. Una vez en el poder, habrá que comprobar si su gobierno está realmente más cerca de Lula que de Chávez.