Duro periplo por Alemania, Israel y España
Actualizado:Licenciada en Filología Rusa y Francesa, con 20 años de docencia en Rumanía y dos posgrados. Con estas credenciales era impensable que Vasilica Stir, de 54 años, tuviera una vida tan dura. La de su marido, Adrian, y la suya dan para un guion dramático. Un año después del golpe de Estado de Rumanía de 1993, su esposo, minero en paro, decidió emigrar a Alemania y empezar «su recorrido como capitalista». Seis meses, y a Israel, con un contrato de albañil. Tras un accidente de tráfico le dieron por muerto, pero llegó a su país herido y sin cobrar ni un shequel.
También ella emigró a Israel, donde una señora, que decía hablar ruso, la contrató para enseñar idiomas a sus hijos. «No sabía nada de ruso y en un año me tocó aprender el hebreo». Después de esa experiencia, optaron por probar suerte en España. Vasilica empezó a trabajar en el servicio doméstico. «Lo pasamos muy mal. Yo no estaba acostumbrada a la ilegalidad y lloraba por las calles mientras me desplazaba de una casa a otra». Limpió casas cinco años, hasta que el Ayuntamiento de Alcorcón la contrató de traductora de rumanos, búlgaros y ucranianos. Ahora, desde la federación de asociaciones de inmigrantes rumanos (FEDROM) ayuda a los suyos y a los que malviven en los conflictivos asentamientos de la Cañada Real madrileña. Adrian trabaja en una empresa de reformas.