El plan nuestro de cada día
Actualizado: GuardarDe las pocas cosas que estaban claras es que España, un país de distancias íntimas, no admite tantos virreyes, cada uno con su corte, su palacio y sus imputados adictos de toda desconfianza.
Las autonomías, cuya noble intención primera fue corregir el abuso del centralismo, lo han multiplicado. Los que saben de aritmética dicen que por 17 y los que sabemos que dos por dos tiene que ser cuatro, comprobamos que las matemáticas pueden mentir, siempre que lleven las cuentas bellacos.
Exculpados los pepinos españoles de la calumnia alemana, nos siguen amargando otras cosas. La Fiscalía de Delitos Económicos de Andalucía tiene tarea para rato. Para que luego digan que no se da golpe. Los amantes del sol, los descendientes de aquellos hombres que aquí vinieron para trasplantar el «alma de nardo del árabe español» están muy preocupados por la investigación de un tercer fraude en ayudas de la Consejería de Empleo. El problema es que hay más candidatos a emplearse en lo que sea que puestos de empleo. Pobre Andalucía pobre de pedir trabajo. Llueve sobre mojado y sobre la tierra seca, aliviada este año por chaparrones excesivos.
Quienes creen que el gran Lorca fue sólo un cantor de alguno de sus pobladores con la epidermis entremezclada de aceituna y jazmín, no se han enterado de la misa a la media, quizá porque se hayan salido del santo oficio antes de que el oficiante terminara. Lorca habla «de la Andalucía del llanto». Y esas lágrimas interminables siguen cayendo mientras el pueblo sigue oyendo promesas y discursos.
La oferta de austeridad no puede ser un proyecto sugestivo para los que llevan son ya austeros por obligación. Debieran ofrecer otro plan, a ver si le gustaba más a la gente que aún acude a los mítines.