DISTINGUIDO DAVID MORA, NAUFRAGIO DE PALHA
Actualizado:Dos horas y media de función. Abrió un engatillado toro cinqueño de la procedencia Contreras- Ibán que escarbó, trotó y no galopó y que, al paso las más veces, descolgó a su manera y tomó engaños sin entregarse. Pero acabó siendo el único de Palha que tuvo trato. Por la mano derecha. A cuenta de Luis Bolívar y de una faena sin sentido del tiempo ni horizonte se fue media hora de festejo. Se puso cansa la cosa enseguida: el segundo palha, terciado y sin trapío, salió derrengado de cuartos traseros, perdió las manos por eso y acabó en manos de la gente de Florito, que tantas cosas nuevas inventa cada vez que sale a escena.
El último cuarto de hora de festejo tuvo de protagonista un segundo sobrero de sangre y traza veragüeñas. Del hierro de Aurelio Hernando, reconstrucción de un lote mostrenco de la ganadería decimonónica del Duque de Osuna. Con este fin de fiesta tan de confetis no se contaba. Ni tampoco con que la fiesta tuviera de actor mayor al toledano David Mora, que es del pueblo de Domingo Ortega: Borox. Resuelto, entregado, firme y valiente en todas las bazas: con su primer palha, que topó y se resistió con genio defensivo, pero al que pudo con notoria autoridad; con el fiero que se devolvió y al que metió antes de la devolución en vereda como si tal cosa; y, claro, con el sobrero de cuento de hadas y tan de caramelo, que Mora se trajo sedosamente en toreo de buen dibujo, formal, distinguido.
Críticos y blogueros franceses han contado maravillas de una reciente tarde de David en la Camarga con una tremenda corrida cinqueña de Cebada Gago. En el reducto torista de Saint Martin de Crau y el pasado mes de abril. Pues no exagerarían. Se nota cuándo está un torero. «Estar» vale por andar, valer, querer, saber. Antes de probar el sabor a pastel del sobrero de marras hubo que atreverse a hacer la cata a ciegas. Y eso es, en un torero, valor.
Y, luego, la buena cabeza de medir las dos faenas, de ponerlas por orden y rematarlas a tiempo. Hubo una huida masiva que despobló los tendidos de aficionados accidentales antes de la suelta del sobrero. Se perdieron el postre, que fue lo bueno.
El sobrero de Carmen Segovia, nalgudo y cabezón, la cara alta, a brincos y reservón, desparramó distraído la vista. Salvador Cortés pudo haber abreviado, porque, sin contar los estragos del viento que dificultaba todo, el toro estuvo visto enseguida: nada que rascar. Pero no breve sino sempiterno y reiterativo un trasteo desangelado. Una buena estocada, pero ya tarde.
El cuarto palha fue el peor de todos, porque se vino al cuerpo sin pensarlo. Procedía liquidar expeditivamente, pero Bolívar se enredó en otra de esas faenas justificatorias que parecen destajos de tentadero. El quinto -650 kilos- era el más alto de una corrida muy talluda como ésta. Sin enmorrillar, con aire de cruce de Pinto Barreiros y Contreras, la silueta montaba tanto como la altísima barrera de las Ventas. Así que fue record de peso y altura. Y no toro atleta. No tan indómito como los dos que acababan de ser arrastrados, pero de apoyos tan frágiles y golpes tan irregulares que costará entender cómo hubo quien lo aplaudió con ganas en el arrastre. Salvador Cortés tampoco entendió en este turno que la brevedad es una gentileza de torero bueno.