Nanas contra la balacera
Una profesora mexicana pone a cantar a sus alumnos mientras los narcos se lían a tiros fuera de su escuela. Y lo graba en vídeo
Actualizado:Los buenos maestros te marcan para toda la vida. Y los hay que van todavía más lejos: te la salvan. Eso lo saben muy bien unos chavalines de cinco años que viven al norte de México. Van al colegio del barrio de La Estanzuela, al sur de la ciudad de Monterrey, donde los narcotraficantes velan armas día y noche. En cualquier momento puede correr la sangre. Lo mismo de un sicario que de una niña que cruza la calle para comprar el pan. Un sitio donde más vale aprender rápido. Sobre todo a sobrevivir.
La materia la domina a la perfección una maestra llamada Martha Rivera Alanís. Tiene 33 años y ha demostrado a medio mundo lo que sus hijos conocen de primerísima mano: si estás bajo su protección, puedes respirar tranquilo. Méritos suficientes para ganarse un lugar de honor en los telediarios. Por no hablar de las redes sociales, ya sea facebook o twitter. Y es que no perdamos de vista que los héroes del siglo XXI también tienen nervios de acero para grabar sus proezas. No vale con ser extraordinario, en la medida de lo posible también hay que colgarlo en internet. Y Martha parece que puede con todo.
El vídeo que se apañó para grabar con el móvil -tirada por los suelos, arrastrándose entre las sillas- muestra bien a las claras que no le tembló la mano. Ni la voz. Fue capaz de animar a los niños a cantar mientras se oía un tiroteo a pocos metros del colegio. Boquitas desdentadas, ojos achinados por la risa y algún que otro pataleo al aire -de pura alegría o simplemente para llevar el ritmo- son las únicas imágenes que pueden verse dentro del aula. Ni una cara de susto, ni una llantina, ni un gesto interrogante.
Tocaba cantar y eso hicieron a pleno pulmón: 'Si los rayos de sol fueran helado de chocolate, ¡me encantaría estar ahí!/ Si las gotas de lluvia fueran de caramelo, abriendo la boca para saborear...'. Estribillo a estribillo, Martha consiguió que el infierno quedara fuera, más allá de los dibujos de colorines, las mochilas y el encerado. Los críos pusieron cuerpo a tierra, obedientes y tranquilos, y se sumaron al coro liderado por una mujer capaz de mantener fuera de sus dominios a los sicarios del 'Cártel del Golfo' y 'Los Zetas'.
Son matones, que empuñan fusiles AK-47 y rematan con revólveres, dueños y señores de un mundo donde solo importan los fajos de dólares, los camiones de droga y la lista de rivales que conviene reventar con unos cuantos balazos. Nada que ver con una tonadilla infantil que espanta todos los males.
Un diploma al valor
«Mis pequeños, me ayudan a salir adelante», explicaba más tarde Martha, al poco de recibir de manos del gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, un diploma «en reconocimiento a su destacado valor cívico». En un acto modesto pero emotivo, encabezado por la bandera mexicana, se ha aplaudido la actitud de uno de tantos docentes que saca provecho de las clases de 'técnicas de emergencia' que suelen impartirse en el norte del país.
No son más que consejos para situaciones como la sufrida por la maestra del barrio de La Estanzuela. Balaceras a diestro y siniestro. En definitiva, criminales que desangran sin compasión a Monterrey, capital económica de una nación herida de muerte. De momento. No todo está perdido. Ahí también vive gente como Martha Rivera Alanís.
Bastaron una pocas palabras suyas para que los críos se tumbaran y atendieran con los cinco sentidos las indicaciones de esa persona mayor, de dientes blanquísimos y cara picada por la viruela, que les ha enseñado a decir 'por favor' y 'gracias'. ¿Pero qué les dijo cuando escucho el tiroteo? Algo muy sencillo: «No pasa nada, corazón, nada más pongan sus caritas en el piso, preciosos, aquí no va a pasar nada, nada más no levanten la cabeza». Tanto cariño nunca cae en saco roto. Eso sí que es respeto por la vida.